Tentación

 

“Jesús era tentado por el diablo” Lucas 4:1–13

Por el pastor Víctor Hernández Ramírez de la Iglesia Presbiteriana de México
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Nos empeñamos en la salvación del mundo porque jugamos a ser Dios. ¿Acaso no queremos y tratamos de cambiar todas las cosas para bien según nuestro criterio, según nuestro deseo?

Es como cuando buscamos ejercer un control sobre todo lo que nos rodea, sobre las diferentes circunstancias o sobre la manera de ser de los demás, porque creemos que sabemos qué es lo mejor, qué debe hacer y qué no: esto hacia los hijos o hijas, hacia cualquier miembro de la familia, vecinos, conocido o desconocido, quien sea, porque somos como un juez sobre la vida de los otros, sobre lo debido y lo indebido. Además, nos angustiamos para querer cambiar todas las cosas, para hallar las soluciones de manera urgente. Lo urgente es la imperiosa necesidad de hacer algo rápido porque es de vida o muerte, porque si no lo hacemos sera fatal.

La vida actual se caracteriza por lo urgente, por esa rapidez que nos imponen los gobernantes y expertos en la vida de la sociedad, que nos dicen que todo está mal si no hacemos tales reformas o que las cosas vienen peor y que “es urgente tal cosa”. Lo cierto es que se vive con el alma en un hilo, con el acelere constante y el estrés es como el pan de cada día: angustiados/as por todo, cansados/as de todo y con la esperanza de lograr una solución para todas las cosas (tener el gobierno que “nos salvará”, tener la familia “como debe de ser”, solucionar los grandes problemas nacionales o internacionales incluyendo los problemas de los vecinos y de las estrellas de la televisión). En resumen, queremos salvar el mundo, cada día y con cada acción urgente, con cada corretiza y angustia cotidiana, con cada esfuerzo para controlar y para “saber” lo conveniente hacia los demás. Es la tentación de ser Dios, apostarle a la omnipotencia, a la omniciencia, a poderlo todo, a saberlo todo.

De ese modo es tentado Jesús en el desierto, pero su respuesta es No, no salvar el mundo, sino amar a Dios y dejarse amar, en obediencia.

Jesús es tentado para discernir lo importante de lo urgente

Jesús ¿es Dios o es un hombre? Así preguntan los que quieren resolver lo urgente, así pregunta el diablo en cada tentación: “Si eres Hijo de Dios...”, porque todo depende del poder que se pueda usar para convertir piedras en pan, para reinar sobre todas las naciones, para hacer milagros (en el sentido de la magia omnipontente). El diablo pone sobre la mesa lo urgente: todo depende de que Jesús tenga un poder divino, que sea omnipontente y que sepa todo lo necesario para mostrarle a la gente todas las soluciones a cualquier problema, que sea omnisciente. En el texto vemos que Jesús ya fue bautizado y una voz del cielo ha dicho que es Hijo de Dios, también leemos una genealogía que dice que Jesús es descendiente de gente que lo lleva hasta Adán, que es un Hijo de Dios, es decir un ser humano. Adán representa a la humanidad en sí, esa humanidad que desobedece a Dios, que cae en la tentación y es expulsada del Edén. Ahora está Jesús ante la tentación también y el diablo le plantea lo urgente y necesario: para salvar al mundo necesitas el poder de Dios, para resolver todo y saber cómo hacer las cosas: quitar el hambre, gobernar de manera infalible y vencer la ley de gravedad: no hay límite que impida la felicidad. Pero es la tentación de ser Dios, de poderlo todo y saberlo todo. La misma tentación que tenemos cotidianamente para hacer lo urgente y dejar de lado lo importante.

Jesús es tentado para confiar en el amor de Dios

Ya conocemos la respuesta de Jesús. Dice que no. Su respuesta se basa en Deuteronomio: esa palabra sobre la obediencia y lealtad a Dios que nos dice que nada se resuelve mágicamente, que nos llama a amar a Dios y caminar en esa promesa. Dios no endereza jorobados. Nosotros sí queremos hacerlo. El Dios de Jesús es otro, tiene hambre también. No sigue el camino del poder político, tampoco el camino del milagro urgente o portentoso, la magia que todo lo resuelve. Dios nos llama a lo importante, que es conocerlo, amarlo, estar en la conversación y comunión. Como cuando la gente deja lo urgente y se pone a platicar, pierde el tiempo y comparte lo que trae en el fondo de su alma, es decir hace cosas importantes. Jesús es tentado para que aprendamos a confiar en el amor.

Gracia a la hna. Silvia Rodriguez por el fondo

 






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