Tengo que ir al cielo, y ya sé como ir» dijo Raput Jungimere, de sesenta años, un anacoreta de la India. Y tendió en el suelo una cama de puntillas de tres metros de largo por uno de ancho. Y sobre esa cama de puntillas se acostó a dormir. Para él, esa era su manera de ir al cielo. Pero a los seis meses desistió de su propósito. Se había llenado de tantas pulgas que las picadas de los insectos eran un tormento mayor que el de los clavos.
En este mundo hay muchas maneras propuestas de ir al cielo. A lo largo de seis mil años de historia civilizada, el hombre ha ensayado no menos de once mil maneras diferentes de llegar al cielo y alcanzar la gloria.
Son esas las tantas religiones que se disputan, con buenas y con malas artes, la devoción de los interesados.
Hay quienes piensan que el sacrificio corporal lo prepara a uno para irse al cielo. Son los que se encierran en celdas de monasterio, ayunan días enteros, o se flagelan con látigos de acero, o se sajan la carne hasta hacer que corra la sangre, o se acuestan en camas de puntillas como Raput Jungimere.
Son los que renuncian a todos los bienes y los placeres del mundo, y niegan a su alma todo lo que es bueno y placentero y sano, buscando aligerarla de todo peso mundanal. Son los que escogen una carrera religiosa, y hacen votos de castidad, de pobreza y de obediencia, y se rasuran la cabeza y salen a mendigar por las calles.
Pero nada de eso lleva a nadie al cielo. Ni camas de clavos, ni votos de pobreza, ni sacrificios personales, ni millones de dólares, ni bañarse en el Ganges, ni peregrinar a La Meca, ni colgarse una medallita, ni pagar una indulgencia, ni siquiera tratar de ser lo más bueno que se pueda. Se llega al cielo mediante el don de la gracia salvadora de Cristo por su sacrificio en la cruz del Calvario.
Se llega al cielo mediante un sometimiento puro y sincero a la soberanía de Jesucristo, el Hijo de Dios. Se llega al cielo mediante un arrepentimiento verdadero. Dios nos tiene preparado un hogar allá en el cielo, y espera que sigamos sus instrucciones para poder ocuparlo.
Hno Pablo. La Biblia claramente habla que solo hay un camino y una manera. No 11.000, solo una y es a través de Jesús, El Salvador.
Yo soy el camino, la verdad y la vida --le contestó Jesús--. Nadie llega al Padre sino por mí. Juan 14:6
Y por eso El es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Hebreos 9:15
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