No me consientan. Yo sé muy bien que no puedo conseguir todo lo que pido. Si me vuelvo pedigüeño es sólo para probarlos a ustedes.
No tengan miedo de ser estrictos conmigo. Así lo prefiero. Cuando me aconsejan, me corrigen, y aún me castigan, me siento seguro.
No me regañen frente a otras personas, por favor. Si lo hacen privadamente y con cariño, los resultados serán más favorables.
Nunca piensen que perderán su identidad si me piden disculpas. No saben la satisfacción que siento cuando se comportan humildemente y reconocen sus faltas. Al fin y al cabo, todos somos humanos, y si ustedes actúan de una manera correcta, entonces los respetaré más.
No traten de demostrar su perfección. Yo sé muy bien que ustedes no son perfectos ni infalibles. Pero me dan mucha alegría cuando son tan humanos como yo, tan imperfectos como los demás, pero con sentimientos nobles.
No me hagan sentir inferior. Eso me molesta. Todos somos iguales, aunque reconozco que ustedes son mayores que yo, que saben más que yo y que tienen mayor experiencia.
No pongan en duda mi honestidad. Ustedes fácilmente pueden darse cuenta cuando les estoy mintiendo o cuando actuó de forma deshonesta.
No me importunen con regalos imprudentes. Si se portan de esa manera, nunca les prestare atención.
No me hagan promesas que no puedan cumplir. Recuerden que todos nos sentimos chasqueados cuando no se cumple lo que se nos promete.
Acuérdense de que las cosas se hacen mejor cuando hay un entendimiento, cuando se actúa con amor y cariño, cuando se busca siempre la orientación y la sabiduría divina...
Desconozco su autor