Los momentos que nos sostienen.
Te exaltaré, mi Dios, mi Rey,
Y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre.
Cada día te bendeciré,
Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.
Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza;
Y su grandeza es inescrutable.
Generación a generación celebrará tus obras,
Y anunciará tus poderosos hechos.
En la hermosura de la gloria de tu magnificencia,
(Salmo 145.1-5)
Todos enfrentamos circunstancias que desafían nuestra paz, y algunas de estas situaciones son muy dolorosas y prolongadas. A menos que se tenga un enfoque bien dirigido, la alegría se marchita y la esperanza parece irrealizable.
El rey David experimentó adversidades extremas, entre ellas el profundo dolor de perder un hijo y a su mejor amigo. Y el rey Saúl, por razones egoístas, lo persiguió para quitarle la vida.
Más tarde, su propio hijo encabezó una rebelión contra él. A pesar de ser pruebas tan dramáticas, no fueron sino cuatro de las muchas dificultades que soportó. Pero aun en tiempos de profundo sufrimiento, David hallaba paz y esperanza en Dios.
¿Cómo se sostenía su alma cuando otros, en situaciones parecidas, se habrían ahogado en la desesperación? David sabía cómo meditar. Concentraba su mente y su espíritu en Dios —en su carácter, sus cosas, su voluntad— para conocer mejor al Señor y obedecerle.
Debemos seguir el ejemplo de David. Nuestro rol en las dificultades es poner los ojos en nuestro Padre celestial y meditar en su Palabra. Los salmos son testimonio de la profundidad y la pasión con que el pastor y futuro rey se deleitaba en Dios. Al reflexionar con frecuencia en los atributos y las cosas del Señor, encontraba consuelo en medio de la agitación.
¿Qué asuntos consumen tus pensamientos durante el día? ¿Aparta tiempo para pensar solo en el Señor? Quizás pueda recordarse a sí mismo el revivir su atención en su Creador; una manera de hacerlo es leer algunos de los salmos y observar cómo se concentra nuevamente el autor de ellos en el Dios todopoderoso.
Cuanto más hablemos y más nos quejemos de una situación, peor se verá, hasta que el problema se vuelva más grande que nuestra fe. Y a la inversa, llevar los problemas directamente a Dios mantiene a las cosas en perspectiva. El Señor es más grande que cualquier dificultad. Por su poder, nos elevamos por encima de la dificultad.
Vivamos por encima de las circunstancias