La fe por la cual vale morir... es una fe que salva.
fragmento del libro (Disponible en el Panel de Libros)
LA FE POR LA CUAL VALE MORIR
El mundo fue malo y lleno de oscuridad.
Pero Noé creyó a Dios, y fue salvo.
Después del diluvio, muchos descendientes de Noé volvieron a la idolatría.
Hicieron dioses de piedra y de barro. Los idólatras se congregaron
en las llanuras de Sinar (el Irak actual), hasta que Dios los esparció “sobre
la faz de toda la tierra” (Génesis 11.9). Pero en medio de esa idolatría en
Sinar, vivió un hombre recto: Abraham.
Dios le habló a Abraham porque Abraham le hacía caso y le creía.
Por causa de su fe, Abraham obedeció a Dios. Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida (Hebreos 11.8–9). “Creyó Abraham a
Dios, y le fue contado por justicia” (Romanos 4.3).
El mundo fue malo y lleno de oscuridad.
Pero Abraham creyó a Dios, y fue salvo.
Los descendientes de Abraham llegaron a ser el pueblo de Israel. A
veces los israelitas creían a Dios y andaban en sus caminos. Pero fueron
más las veces que mostraban su incredulidad con sus vidas pecaminosas
y rebeldes. La inmundicia, las hechicerías, los pleitos, y la avaricia gobernaban
sus vidas hasta que Dios mismo (en la persona de Jesús) vino
a la tierra para hablarles.
Unos pocos, los seguidores de Jesús, le hicieron caso a Dios. Creyeron
a Dios, y por causa de su fe Dios los adoptó como hijos suyos (Gálatas
3.26). Por la fe llegaron a ser hijos de Dios, y como hijos, también herederos;
“herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8.16–17).
El mundo fue malo y lleno de oscuridad.
Pero los seguidores de Jesús (los primeros cristianos) creyeron a Dios
y fueron salvos.
Cuando la iglesia de Jesús era nueva todavía, casi todos sus miembros
abandonaron la fe y volvieron a pecar. En el nombre de Jesús, millones
de cristianos falsos mataron a sus enemigos, robaron a los pobres, persiguieron
a los cristianos verdaderos, blasfemaron la verdad, y por fin
inundaron a Europa en las Edades bárbaras.
Durante ese tiempo oscuro, había pocos que mantuvieron su fe en
Dios. Había pocos que llevaron la luz del evangelio de generación a
generación. Pero, gracias a Dios, había algunos (quizás más de lo que
sabemos). Al fin, en el tiempo de la Reforma, la iglesia de Jesús floreció
y creció otra vez.
Los que creyeron a Dios durante la Reforma lo obedecieron también.
Vivieron vidas santas, y bautizaron con agua a los que creyeron en Jesús.
Por esto recibieron el sobrenombre de
anabaptistas (rebautizadores).
La fe de los anabaptistas los mantuvo firmes en medio de grandes
persecuciones. Por causa de su fe, los hermanos fueron degollados,
quemados vivos, y descuartizados. Los enemigos de la fe ahogaron a las
hermanas anabaptistas y las enterraron vivas. Pero por la fe estos mártires
fueron librados “de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1.10). La fe les
abrió los ojos (Hechos 26.18). La fe les dio herencia entre los santificados
(Hechos 26.18). Por causa de su fe, nunca retrocedieron para perdición, sino
obtuvieron el resultado de la fe, esto es, la salvación de su alma (Hebreos
10.38–39 y 1 Pedro 1.9).
El mundo fue malo y lleno de oscuridad.
Pero los anabaptistas creyeron a Dios, y fueron salvos.
Han pasado más de cuatrocientos años desde la Reforma. Muchos
descendientes de los anabaptistas junto con los descendientes de los
“reformadores” han llegado a ser tibios y despreocupados en cuanto a su
religión. Muchos ya no creen a Dios. Andan orgullosamente en los deseos
de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida.
Vivimos en una “edad bárbara”, en un tiempo
muy malo y muy
pecaminoso.
Nuestra generación va rumbo al infierno. Pero Dios nos habla
todavía. ¿Creemos lo que está diciendo? ¿Le estamos haciendo caso?
No te olvides de esto:
•Noé creyó a Dios y fue salvo.
•Abraham creyó a Dios y fue salvo.
•Los primeros cristianos creyeron a Dios y fueron salvos.
•Los anabaptistas creyeron a Dios y fueron salvos.
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado” (Marcos 16.16).
SALUDOS FRATERNOS
DIOS LES BENDIGA