“Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él”. Hechos 12:10
Yo quería entrar por esa puerta, mis manos pequeñas de niño me decían que era casi imposible. Mis fuerzas eran limitadas, pero mis ganas eran superiores. Por más que quería no podía. De pronto fui sorprendido, unas manos fuertes, grandes de adulto tomaron la puerta y ella cedió fácilmente. Mi hermano mayor , viendo mi deseo y mi imposibilidad en una franca lucha, vino en mi defensa.
Este incidente me hace recordar que hay momentos en la vida cuando entró en conflicto entre lo que anhelo y lo que puedo. Sé que Dios está a mi lado para ayudarme a abrir las puertas que se cierran.
El Apóstol Pedro estaba en la Cárcel y además de un ángel, una luz y las cadenas cayéndose, Pedro sorprendido comenzó a seguir al ángel.
Las puertas se abrieron milagrosamente. Pedro no sabía cómo. Pero se abrieron. Amados, muchas veces en la vida vemos solo puertas cerradas. Hay un fuerte anhelo por ver esas puertas abriéndose pero parece pegadas por el herrumbre y pocas esperanzas tenemos de que se abran. Una vida devocional consistente y profunda nos lleva a ver como Dios como el que abre y ninguna cierra y el que cierra y ninguno abre, comienza a abrir aquellas puertas para que ministremos a la ciudad en nuevas esferas. He aquí vienen días en tu ministerio, si mantienes una vida devocional renovada, en que se abrirán nuevas puertas de ministerio. Harás lo que nunca has hecho e irás donde nunca has ido. Hablarás lo que nunca has hablado y verás lo que nunca has visto.
Señor, tú sabes como he sentido muchas veces frente a las puertas cerradas. Puerta de oportunidades, puertas de nuevos empleos, puerta de matrimonio, puertas de finanzas, pero en este día ayúdame a creer que tú quieres y puedes abrir esas puertas en tu tiempo y a tu manera. Amén.