“Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso”
1 Corintios 13.3
A menudo escribo sobre ayudar al pobre. No creo que podamos considerarnos ser gente amorosa o cristianos si no cuidamos del pobre y necesitado. El cuidar de ellos tiene que ser una responsabilidad que tomamos seriamente…
Este versículo es un gran recordatorio sobre este tema. El dar de nuestras posesiones y vidas al pobre y necesitado siempre nos beneficia. Pero solo nos beneficia si damos con amor. Puede que sientas que estás haciendo “bien” al dar de tu abundancia. Es bueno, hasta cierto punto. Pero la pregunta es, “Bueno para qué? Y “Bueno para quién?”.
Dale un vistazo a tu vida.
¿Ayudas a otros?
¿Te das de ti mismo para una causa?
¿Lo haces simplemente porque debes?
¿Hay amor en tu corazón?
¿Te importan aquellos que te rodean?
¿Tan siquiera notas a aquellos que están frente a ti?
¿Notas a la cajera en el supermercado?
¿Notas a la persona en la oficina al lado de la tuya?
¿Ves y atiendes a los demás durante el día o simplemente están en tu camino, en tu camino hacia hacer algo “bueno”. ?
Si quieres que tu vida y tus acciones sean de beneficio para ti y para otros, asegúrate de que tengas amor.
Ve despacio hoy. Mira a las personas en los ojos. Nota sus gozos y tristezas. Atiéndeles. Ámales. Simplemente no hagas “bien”. El dar con amor será de beneficio para todos, incluso para ti.
Dios es amor. Sin Dios no hay amor. Entonces la pregunta podría extenderse un poco mas.
¿Tienes a Dios en tu vida? Si no es así, todo tu trabajo y esfuerzo puede que ayude a otros, pero no te va a beneficiar a ti. Te va a dejar tan vacío e inquisitivo como lo estabas antes. Él te espera.
Robert Vander Meer