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Decir y hacer

 

 

El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (I Corintios 4:20).

 

 

Siempre que hay elecciones en nuestros países, aparecen una cantidad de candidatos ofreciendo hasta lo mas incrible, más como sucede siempre, una vez que son elegidos por el pueblo, hacen muy poco de aquello que prometieron. Como dice un refrán popular: “del dicho al hecho, hay mucho trecho”. Esto no sólo sucede ente los políticos, sino en toda la esfera de las relaciones humanas. Se dicen discursos y conferencias creando muchas expectativas, más en la práctica muestran que no son lo que dicen afirmar. Nosotros también somos tentados a proceder de esta manera.

Eso también estaba sucediendo en la Iglesia de la ciudad de Corinto hace casi dos mil años atrás. Las palabras y la predicación eran elocuentes en la teoría, más en la práctica era otra la realidad. Cometían los pecados más variados y absurdos: idolatría, borracheras, orgías adulterio, escándalo sexual y otros. Delante de esta situación, el apóstol Pablo les escribió una dura carta condenando estas prácticas, estos pecados de los cuales estaban esclavizados, y les mostraba el Evangelio de Cristo para que no vivieran de manera egoísta. En esta carta les exhorta diciendo: “El reino de Dios, no consiste en palabras, sino en poder” En otras palabras podríamos decir que :“el reino de Dios no es lo que se habla de él, sino aquello que se hace por el poder de Dios” . Esta advertencia también es válida para muchos en el día de hoy incluso para muchos cristianos que en el domingo en la iglesia, son un tipo de persona, consagrados, entendidos...más en lo cotidiano son indiferentes, orgullosos, apáticos, arrogantes, egoístas y mundanos.

¿Qué es lo que hace que verdaderamente exista coherencia entre lo que se dice y se hace? En el ser humano no está esa disposición para hacer el bien. El mismo Pablo cuando le escribe a los romanos lo expresa en estas palabras:” así que queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí, pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se revela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:21-25)

Jesucristo es el que puede liberarnos de nuestras palabras y hechos que son vacíos, y llenarnos con las palabras de Cristo que son poder y vida transformador. Gracias a Cristo somos liberados de nuestro cuerpo de muerte, para ser entregados a la vida y ser coherentes entre lo que decimos y hacemos. En su palabra y sacramento, recibimos el Espíritu de vida y poder. En nuestro bautismos “somos revestidos de Cristo” en una muerte y en una resurrección como la suya. En la Santa Cena , nos recibe perdona, y nos capacita para vivir la vida en Dios según el propósito de vida en Cristo Jesús. Es poder, porque nos libra de nuestro egoísmo y pecado por Su Palabra que tiene poder al declararnos justos por los méritos de Cristo. Es poder, porque nos hace suyos por “el lavamiento de la regeneración” en el pacto bautismal, y por su Cuerpo y Sangre en la Santa Cena. Ciertamente esta Palabra y Sacramentos, nos dicen que “por nuestras palabras” estamos perdidos y apartados del propósito de Dios, más por Jesucristo su Palabra tiene poder y vida para restaurarnos a una vida según su propósito que honre a Dios como Salvador y Señor, ame y sirva de manera integral a su prójimo.

Sabiéndonos, amados, perdonados, y restaurados en Cristo, por su Espíritu que nos vivifica con su palabra, nos capacita y pone en nuestra vida , Su Vida, la vida del reino de Dios, que es poder, porque: “El es el que pone en nosotros el querer como el hacer por su santa voluntad”

Oración: Bondadoso Dios, Gracias por el Evangelio de Jesucristo, que es poder de Dios para Salvación. Amén.



 

GRACIAS A LA HNA. SILVIA RODRIGUEZ POR EL FONDO

 

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