La Escritura en la cárcel
Un ejemplo de fe se encontró en la pared de un campo de concentración. En ella un prisionero grabó las siguientes palabras:
Creo en el sol, aunque no brille.
Creo en el amor, aunque no lo expresen.
Creo en Dios, aunque no hable.
Procuro imaginar a la persona que trazó estas palabras.
Trato de imaginarme la mano esquelética que agarró el vidrio roto o la piedra con la que marcó la pared.
Trato de imaginar sus ojos entrecerrados que procuraron grabar cada letra en la oscuridad.
¿Que manos pueden haber grabado tal convicción? ¿Qué ojos pudieron haber visto lo bueno en medio de tal horror?
Hay sólo una respuesta: Ojos que escogieron ver lo invisible.
Cada día estamos desafiados a mirar lo visible o lo invisible. Depende de nosotros. Si escogemos lo visible, sin duda nuestra vida se estrechará y la fe se disipará, si escogemos lo invisible, nuestro horizonte espiritual se expandirá.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. Mateo 11.28–30
Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Salmo 46.1, 11