Una iglesia que busca conocer el rostro de Dios, que lo adora en una actitud de completa dependencia, y que se mantiene en pureza y santidad, será una iglesia que hará las maravillas que Dios ponga en sus manos.
Durante los días en que Moisés subió al monte de Dios para recibir los mandamientos se atrevió a pedirle que le mostrara su gloria, aún a riesgo de perder su vida. Fue más allá que ningún otro hombre por el hambre de conocer al Yo Soy. Y su ruego fue complacido por un Dios que anhelaba encontrar un corazón desesperado por conocerle en lo más íntimo.
Nos cuenta en Éxodo 34:5 que Jehová descendió en una nube y proclamando su nombre pasó toda su gloria delante de Moisés. Dios siempre quiso revelarse a los hombres aunque, tristemente, no siempre los hombres supieron reconocerlo, como ocurrió en los días de Jesús.
Hoy más que nunca Dios está reclamando que sus hijos vuelvan a subir a buscar su presencia, porque quiere darse a conocer y manifestar su gloria a través de ellos. ¿Por qué Dios insiste tanto? Porque sabe que es necesario conocerle mucho más, experimentar su amor, comprender su corazón, llenarnos de su visión, para cumplir con sus propósitos eternos. Será con un espíritu de amor y de gracia, de compasión y de misericordia que podremos llenar la tierra con el conocimiento de su gloria. Como declara Daniel 11:32: “El pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará”.
En el verso 8 nos dice que Moisés bajó su cabeza hacia el suelo y adoró. La adoración y el amor a Dios parten del conocimiento de su misma esencia, y no es otra cosa que responder a su gran misericordia. Por eso, al contemplar su gloria, Moisés bajó su cabeza, se postró reconociendo su miseria y adoró.
La iglesia de estos días tiene que estar humillada, reconociendo su majestad, y adorándole con expresiones de amor. Tomar más tiempo para la adoración personal y como iglesia. Reconocer que no podemos hacer nada sin él y que lo que más le interesa al Señor es que le amemos como él nos ama.
Un poco más adelante Dios muestra otro rasgo de su carácter: ” No te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es”.
Debemos levantar una iglesia consagrada, que se aparte, que rompa con lo mundano, que sea celosa de no poner la mirada ni la confianza en ningún otro que no sea Dios. Debemos pedir al Espíritu Santo que desate temor de Dios en medio de su pueblo, que se consagre, que arranque todo espíritu diabólico de vanagloria operando en medio nuestro.
Entonces Dios hace una promesa tremenda: Hará maravillas que nunca han sido hechas en toda la tierra, y agrega: “Porque será cosa tremenda la que yo haré contigo”. Cosas tremendas, es decir, imponentes, terribles, asombrosas, pasmosas, enormes, sobrenaturales, gigantescas ¡A través de nuestras vidas! Y manifiestas a quienes nos rodean.
Dios le dijo a Moisés: “Mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas he puesto en tu mano” (Éx. 4:21) ¿Lo puedes ver? Dios ha puesto obras maravillosas en nuestras manos para que las llevemos adelante. Él abrirá puertas, oportunidades para glorificarse a través de nosotros y nos corresponde animarnos a avanzar por fe. Dice el sabio en Eclesiastés 9:10: “Todo lo que viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” ¡Adelante!
¡Seamos una iglesia que hace las obras maravillosas de Dios!
Estoy convencido de que Dios ha abierto puertas para su Iglesia en estos días, puertas que ninguno podrá cerrar porque el Señor ha visto que, aunque tenemos poca fuerza, hemos guardado su palabra y no hemos negado su nombre.
Busquemos a Dios, su rostro y su poder, y avancemos con fe porque como declaró Josué: “Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Josué 3:5)
Gracias al Pastor Roberto Vilaseca por el aporte y
a la hna.Silvia Rodriguez por el fondo