No hay espacio para ti…
¿No te han dicho en más de una ocasión: «Lo siento, pero no tenemos espacio para usted»?
¿Y en materia de trabajo: «Lamentablemente no tengo una posición para usted en mi compañía»?
¿Y en los deportes: «No tienes cabida en el equipo»?
¿Y en las cosas del amor: «En mi corazón no hay espacio para ti»?
¿Y en materia de fanatismo: «No nos interesa alguien como usted aquí»?
Peor aún. Quizás hayas oído esto mismo en la iglesia: «Nos ha fallado muchas veces; es mejor que se busque otra iglesia».
Unas de las palabras más tristes sobre la tierra son: «No hay lugar para ti».
Jesús conocía el sonido de estas palabras. Todavía estaba en el vientre de María cuando el portero de la hospedería dijo: «No hay lugar para ustedes».
Cuando los residentes de su pueblo trataron de apedrearlo, ¿no le dijeron lo mismo? «No queremos profetas en este pueblo».
Cuando los líderes religiosos lo acusaron de blasfemia, ¿no lo evitaron también? «En este país no hay lugar para alguien que se autoproclama Mesías».
Y cuando lo colgaron de la cruz, ¿no fue el mensaje unánime de rechazo? «No hay lugar para ti en este mundo».
Aun hoy día Jesús recibe el mismo tratamiento. Va de corazón en corazón pidiendo que lo dejen entrar. Pero la mayoría de las veces tiene que escuchar las palabras del portero de la hospedería de Belén: «Esto está demasiado lleno. No hay espacio para ti».
Sin embargo, de vez en cuando es bienvenido. Alguien le abre la puerta de su corazón y lo invita a entrar. Y a esa persona Jesús le hace esta gran promesa: «No se turbe tu corazón. Cree en Dios, cree también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay».
Dice: «Tengo mucho espacio para ti». ¡Qué promesa más extraordinaria! Hacemos para Él espacio en nuestros corazones, y Él hace para nosotros espacio en su casa. Su casa tiene espacio de más.
Que cada día del año tengas espacio para Él en tu corazón, porque Él siempre tiene para ti.
Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS, Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera. Mateo 11:28-30.