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General: CORAZONES DE FUSION FRIA
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De: PEDRO PABLO 2  (Mensagem original) Enviado: 27/02/2012 20:44

Corazones de fusión fría


"Buena es la sal; pero si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y vivid en paz los unos con los otros" (Marcos 9:50).

¿Sabía USTED que no podemos vivir sin una cierta cantidad de sal en el cuerpo? La pérdida de sal es poco frecuente, pero puede ser algo peligroso. El cuerpo pierde sal a través de la orina, la transpiración, los vómitos y las heces. Si se pierde demasiada sal, la sangre también pierde fluidos. En los casos graves, los bajos niveles de sodio en el cuerpo pueden causar calambres, náuseas, vómitos y mareos.
En última instancia, la falta de sal puede provocar la pérdida del conocimiento, un coma o incluso la muerte. Por suerte, es muy poco probable que eso suceda, porque nuestras dietas suelen contener más sal de la necesaria. El sodio se encuentra presente en la composición de muchos alimentos, por lo que con ellos no es preciso usar el salero.
Mi hijo y su familia viven cerca de Washington, DC. Hace algunos años padecieron una grave tormenta de nieve. En tan solo un día y medio, la nieve acumulada alcanzó un grosor de setenta y cinco centímetros. El barrio donde vive estuvo cerrado hasta que la nieve pudo ser retirada de las calles.
Para limpiar las calles y las carreteras, además de máquinas quitanieves, también se utiliza sal. La sal hace que el punto de congelación del agua baje de los cero grados centígrados, por lo que, a esa temperatura, el hielo se derrite.
El agua que lleva disuelta gran cantidad de minerales se llama "agua dura". Cuando el agua es dura, el jabón no hace espuma y el lavado de la ropa y el aseo personal resultan más difíciles. La solución es hacer que el agua pase por un filtro de sal para ablandarla.
¿Qué quiero decir? Así como la sal puede derretir el hielo y ablandar el agua, la sal del Espíritu Santo es capaz de derretir los corazones más fríos y ablandar los más duros.
Esto es lo que Jesús quiso que entendiéramos cuando dijo que debemos ser la sal de la tierra. A menudo, al relacionarnos con personas de corazón frío, reaccionamos como ellas. Por eso Jesús nos advierte para que no permitamos que nuestro entorno haga que perdamos la capacidad de llevar a cabo la tarea que nos ha encomendado.
La única manera de ser sal pura es permitir que el Espíritu Santo obre en nuestra vida. Lo invito a orar ahora mismo con el propósito de que el Señor lo use para derretir los gélidos corazones y ablandar las duras vidas de aquellos a quienes Dios ponga en su camino.

Vosotros sois la sal


"Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno" (Colosenses 4:6).

Hace algún tiempo leí algo sobre la expedición terrestre que Lewis y Clark hicieron entre los años 1804 y 1806 de ida y vuelta a la costa del Pacífico, la primera en territorio de los Estados Unidos. Cuando, finalmente, la expedición llegó al océano Pacífico, descubrieron que casi habían agotado las reservas de sal. En la desembocadura del río Columb Sa no había barcos que pudieran abastecerlos para el camino de vuelta a casa. ¿Qué hacer? Sabían que, para regresar, tendrían que caminar. También sabían que no podían hacerlo sin sal. Así que se vieron obligados a pasar la mayor parte del invierno evaporando el agua del océano para obtener sal.
La sal es indispensable para la vida. Los tejidos de nuestro cuerpo contienen alrededor de un cuarto de kilo de sal. Regula el contenido de agua de nuestras células, a la vez que interviene en la contracción muscular, los impul­sos nerviosos y los latidos del corazón. Sin tan vital sustancia, padeceríamos convulsiones e incluso llegaríamos a morir (National Geographic Magazine, septiembre de 1977, p. 381).
Del mismo modo que la sal es esencial para la salud del cuerpo, los cristia­nos somos esenciales para la vida espiritual del mundo que nos rodea. Jesús dijo: "Vosotros sois la sal de la tierra". "Por medio de estas palabras de Cristo logramos tener una idea de lo que significa el valor de la influencia humana. Ha de obrar juntamente con la influencia de Cristo, para elevar donde Cristo eleva, para impartir principios correctos y para detener el progreso de la corrupción del mundo. Debe difundir la gracia que solo Cristo puede impartir. Debe elevar y endulzar las vidas y los caracteres de los demás, mediante el poder de un ejemplo puro unido a una fe ferviente y a amor. El pueblo de Dios ha de ejercer un poder reformador y preservador del mundo. Debe contrarrestar la influen­cia corruptora y destructora del mal" (La maravillosa gracia de Dios, p. 124)
Quizá se pregunte cómo es posible ser la sal de su entorno. "Dios abrirá el camino para que sus súbditos lleven a cabo actos abnegados en toda su rela­ción con su prójimo, y en todas sus transacciones comerciales con el mundo. Mediante sus actos de bondad y amor han de manifestar que se oponen a la codicia y al egoísmo, y que representan el reino de los cielos en nuestro mun­do. Mediante la abnegación, al sacrificar las ganancias que podrían obtener, evitarán el pecado, para que de acuerdo con las leyes del reino de Dios puedan representar la verdad en toda su belleza" (Cada día con Dios, p. 201)

                                       Dios te bendiga

                        GRACIAS A CIELO ESTRELLA POR EL APORTE

 

 




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De: SANTAMARGARITA Enviado: 27/02/2012 23:04
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GRACIAS POR TU COLABORACION, BENDICIONES

 
 


 
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