El dolor esclaviza mis sentidos al yugo de la arcilla. Estoy en el adarve, tras la almena del miedo y de la angustia. Albañal anegado por mis lágrimas. Me alcahaza la furia de las losas cerrando el ajimez del laberinto. En la orfandad de mi alarido virgen se rebela un porqué. La mente dividida, atormentada, llama al Sol, alarife de las sombras y tu luz se hace carne.
Introduces tu alafia en mis raíces regadas con tu sangre. Tu materia rechaza la tortura que tu Pasión consiente. Tu alfaguara de amor lleva inmortalidad a mi alacet. Eres el alfaquín de mis achaques. El acíbar del mal y el sufrimiento disuelve mis contrarios redimidos por la triple unidad.
Alboroza el dolor de Monte y Cruz, acepto el alacrán de su presencia, su aldabada es latido de oración. Mi azahar se marchita para el fruto nutrido con la savia del naranjo que aroma el Paraíso. Rasga la oscuridad tu rayo redentor, antorcha de holocausto, y descubro partículas de estrella en mi materia breve. ¡Me has librado del yugo de la arcilla!.