Revolviendo papeles encontré tu vieja carta, y volvió angustiada mi nostalgia sollozando en cada instante del recuerdo.
La releí despacio, en el filo de la noche, y no decía lo mismo, en mi ausencia, se vistió de mentiras piadosas y se mudó de ropa… y se cargó de alas…
Mejor sería cambiar para siempre el remitente o mandarme a dormir al cementerio o que mis ojos apaguen sus bujías para leer de nuevo tus mentiras.
Ahora comprendo… Lo que más me hiere es soñar con tus encantos, y ahora quisiera... cambiarme el corazón… para no amarte tanto.
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