Siento que nuestros hombros pesados soportan la angustia de los arroyos frustrados cargamos dolores ajenos que entran su espina de tarde, pero en tus ojos del diamante magnifica el agua sus derivados, y cuando reclinas tu cabeza lo negro brilla más que la estrella.
Pienso en tu cuerpo así... Centelleante de nido y blancos pajares que de la sombra del cielo hace una realidad blanca.
Cuando miramos el piso desde el alto ojo de la montaña, espeja un oasis fantasma en nuestros marcos celestes de mármol.
El agua negra de pisos en bañados donde los siete hijos del pecado han sido besados por nuestros labios de ostia consagrada Renacen en nueva telaraña marina, espuma suculenta cuando toman sus manos antes intratables ahora con el calor del fuego herrero, y la ropa de piel congestionada donde imperan nuestras brasas sanando las prisiones incurables.
En el mundo subterráneo que trepanamos con uñas de cuarzo y barro, los pecados son absueltos por nuestras voces de mandato.
Desconozco el autor. |