Una reflexión de amor
El Señor dijo una de las señales que acompañarían a los creyentes sería esta: "Impodrán
las manos sobre los enfermos y sanarán" Mac. 16:18. En estas palabras encontramos
toda una invitación para orar con Él, para que recuperen su salud.
En todo creyente hay, al menos un germen de poder curativo, y toda oración hecha con
confianza en el poder y en el amor del Señor tiene alguna respuesta.
"El perdón es una respuesta, la respuesta implícita en nuestra existencia".
El perdón es el medio para reparar lo que está roto. Coge nuestro corazón roto y lo
repara. Coge nuestro corazón atrapado y lo libera. Coge nuestro corazón manchado por la
verguenza y la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado. El perdón restablece en
nuestro corazón la inocencia que conocimos en otro tiempo, una inocencia que nos
permite la libertad de amar.
Perdonar no es justificar comportamientos negativos improcedentes sean propios o ajenos .
El maltrato, la violencia, la agresión, la deshonestidad son algunos de los comprtamientos
que son totalmente inaceptables.
El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y
el rencor crónico. Al parecer estás dos emociones son las que son las que convierten el
perdón en un desafío, a la vez que en una grata posoibilidad para quién desee la paz de
Dios en su corazón.
De hecho la palabra resentimiento viene de re-sentir-es decir-volver a sentir intensamente
una y otra vez. Cuando estamos resentidos, sentimos el dolor pasado una y otra vez. Esto,
sin duda, no sólo tiene un efecto lamentable en nuestro bienestar emocional, sino que
también repercute en nuestro bienestar físico.
El perdón es en muchos casos: una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida.
Es algo que ofrecemos a otras personas y algo que aceptamos para nosotros.
"Confesaos vuestras ofensas un0os a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.
La oración eficaz del justo vale mucho.
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