¡GRACIAS SEÑOR POR TODO LO QUE ME DISTE!.
Que mas puedo sino darte gracias por todo cuanto me diste en el año que terminó, gracias por los días de sol y los nublados tristes, por las tardes tranquilas y las noches oscuras. Gracias por la salud y por la enfermedad, por las penas y las alegrías. Gracias por todo lo que me prestaste y luego me pediste. Gracias Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga, por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce, por las flores... y las estrellas, por la existencia de los niños y de las almas buenas. Gracias por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes, por las dificultades y las lágrimas. ¡Por todo lo que me acercó a Ti!. Gracias por haberme conservado la vida, y por haberme dado techo, abrigo y sustento.
Gracias, Señor, porque naciste, viviste y moriste por nosotros, pero gracias especialmente, Señor, por las enseñanzas inolvidables que nos dejó Tu paso por la tierra, por la humildad que nos mostraste al elegir el lugar de Tu nacimiento, por el amor ilimitado en que está basada tu doctrina, por la generosidad con que compartiste con nosotros el Reino de Tu Padre, por la entrega total que nos hiciste a través de Tu sacrificio de una muerte cruel, que aceptaste por nosotros, por la promesa feliz contenida en Tu resurrección. Pero gracias, especialmente, Señor, porque te conozco y te amo. Gracias por haber nacido una helada noche de diciembre, en la más humilde de las condiciones, sólo para traernos una luz de verdad, que no habrá de apagarse nunca, en tanto haya una sola alma que evoque el mensaje de los Ángeles a los pastores la noche de tu nacimiento.
Gracias Señor, por mis brazos perfectos, cuando hay tantos mutilados, por mis ojos sanos, cuando hay tantos sin luz, por mi voz que canta, cuando hay otras que enmudecen, por mis manos que trabajan, cuando tantas mendigan, por tener un hogar donde regresar, cuando hay tantos que no tienen a donde ir, por sonreír, cuando hay tantos que lloran, por amar, cuando hay tantos que odian, por soñar, cuando hay tantos que se revuelven en pesadillas, por vivir, cuando hay tantos que perecen antes de nacer, y sobre todo, Señor, por tener poco que pedirte y tanto que agradecerte, porque me has dado HOY lo necesario para vivir. ¡Gracias Señor!.
Graciela
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