EL SEÑOR EXALTA A LOS HUMILDES
Jehová exalta a los humildes, y humilla a los impíos hasta la tierra. Salmo 147:6
Sé que el título suena duro. Pero lo que enseña es verdad. En otra parte de la Biblia dice: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (1 Ped. 5: 5). Y la razón es clara: Dios es el ser más humilde. Y no comulga con los soberbios; no se lleva bien con ellos, ni puede caminar a su lado. La razón es bien sencilla: Si hablamos de personas dominadas por el ego, Aman probablemente está a la cabeza. Aman era el segundo después del rey. Era honrado y reverenciado por todos los ciudadanos del imperio, pero había algo que no podía comprar: la obediencia de Mardoqueo. El judío se negaba a postrarse delante de Aman, y ello hería el orgullo del primer ministro persa. Tan profunda era la herida de su orgullo que urdió un plan para exterminar no solo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo judío. El orgullo es destructor. ¿Has visto algo destruido por el orgullo? Somos muchos los que lo hemos visto destruir matrimonios, cuando ninguno de los dos cónyuges se humilla a decir: «Lo siento, fue mi culpa». Lo hemos visto destruir a los mejores hombres, que creyeron que su posición la habían alcanzado por sus propios esfuerzos y no por la gracia de Dios. Hemos visto al orgullo destruir amistades de toda una vida, simplemente por no decir «Perdón, me equivoqué». Aunque a veces no hay una actitud verdadera de perdonar de la otra parte, y ahí se complica más la situación que muchas veces queda sin salida. Jesús contó una parábola acerca de un hombre orgulloso. Había sido bendecido con grandes cosechas. Se enorgulleció y empezó a construir graneros inmensos para guardar grandes cantidades de cereal, olvidándose de que su fortuna y su éxito venían de Dios (Luc. 12:13-21). Jesús lo llamó "necio". La verdad es que ser orgulloso es ser necio. Aman, a causa de su orgullo, se procuró una vergonzosa derrota. ¿Quieres acercarte a Dios? Entonces, acude a él con un corazón humilde. Si no, ni te molestes. Si tu corazón está lleno de orgullo, no hay ni siquiera un rinconcito para él cerca de Dios. Quiera Dios que tomemos la decisión hoy de apartarnos del ego y del orgullo. Que seamos humildes en cada uno de los aspectos de nuestra vida. Entonces podremos tener un compañerismo íntimo con Dios, porque él «habita en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu» (Isa. 57:15).
DONDE HAY FE HAY AMOR
DONDE HAY AMOR HAY PAZ
DONDE HAY PAZ ESTA DIOS
SI ESTA DIOS NO FALTA NADA
GRACIAS A LA HNA. SILVIA POR EL FONDO
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