– La Increíble Traición
“A mí me dejarán solo. Sin embargo, solo no estoy, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32).
La noche antes de su muerte todo un basurero muy real de ayes cayó sobre Jesús. En algún punto entre la oración en el Getsemaní y la farsa del juicio se halla lo que sería la escena más lóbrega del drama de la historia humana.
«Lo acompañaba (a Judas) una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo… Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús» (Mt.26:47, 50).
Judas llegó con una chusma enfurecida. Juan es incluso más específico. El término que emplea es el vocablo griego speira o «un destacamento de soldados» (Jn.18:3). Por lo mínimo una speira indica un grupo de doscientos soldados.
De seguro que en un grupo así de numeroso habrá una persona que defenderá a Jesús. Auxilió a tantos. Todos los sermones. Todos los milagros. Así que esperamos por lo menos una persona que declare: «¡Jesús es inocente!» Pero nadie lo hace. La gente que había venido a salvar se volvió en su contra.
Casi podemos perdonar a la multitud. Su contacto con Jesús fue demasiado breve, demasiado casual. Tal vez no sabía otra cosa mejor. Pero los discípulos si sabían. Sabían más. Le conocían a Él mejor. Pero, ¿defendieron a Jesús? Ni en sueños. La píldora más amarga que Jesús tuvo que tragar fue la increíble traición de parte de sus discípulos. «Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron» (Mt 26:56).
Desde el punto de vista humano el mundo de Jesús se derrumbó. Ninguna ayuda de la gente, y nada de lealtad de parte de sus amigos. Pero no fue así como Jesús la vio. Él vio algo enteramente diferente. No estaba ajeno a las circunstancias; sencillamente no estaba limitado por ellas. De alguna manera Él fue capaz de ver bien en el mal, el propósito en el dolor y la presencia de Dios en el problema.
Extracto del libro “3:16. Los Números de la Esperanza”
Por Max Lucado