He aquí que en las palmas de mis manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros”. (Isaías 49:16)
“Estamos en las manos de Dios… no en las de ellos”. (William Shakespeare) Estar en las manos de Dios es estar en un lugar muy seguro y resguardado. Somos protegidos por él cuando le recibimos y dejamos nuestras vidas ser moldeadas por él. Porque él con sus grandes dotes de artista, nos toma y perfecciona. No podemos negar que a veces nos toca pasar “el Niágara en bicicleta” o la “zarza y el guayacán”. Que muchas veces sentimos que nos han arrebatado de sus manos o que nosotros mismos nos hemos escapado. Pero la Biblia dice que “la oveja que está en sus manos nadie podrá arrebatársela”. Ahora mismo puedo imaginarme siendo tomada por él. Me veo caminando a su lado y reconociendo que nunca me ha dejado sola aún cuando por ocasiones le he reclamado y pensado que él no está presente. El salmista decía: “aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón”. Entonces yo te invito a que confíes ciegamente en Él. Aunque tú no lo entiendas, Dios está trabajando en ti. ¿Puedes imaginar lo que a él le gustaría hacer contigo si te entregas en sus manos? Pues solo tienes que tener la certeza de que estás solamente en sus manos, no en las de nadie más.
Te invito a que alabes al Señor y le des las gracias por la maravillosa obra que está haciendo en ti, por todo lo bueno que él traerá a tu vida y porque estás en sus manos. Y si no te has entregado en sus manos hoy es un buen día para hacerlo. Sentirás una protección increíble de tu Padre Celestial, hallarás descanso y refrigerio en él.
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