Parte 14
Amaneció, y al abrir nuestros ojitos, nos dimos cuenta de que éramos observados por mucha gente, niños, jóvenes y adultos que estaban pendientes de nosotros para cuando despertáramos, y al hacerlo, retiraron los cartones y las cobijas, y divertidos nos ordenaron desnudarnos, en esos momentos nos quisimos negar pero al ver la actitud autoritaria con qué nos lo "pidieron" lo hicimos arrepintiéndonos en esos momentos, muy dentro de nosotros por el sufrimiento que sin consideración estaban sintiendo nuestros padres por culpa nuestra; luego, que cerramos los ojos y ¡sopas! que nos empiezan a bañar a con una potente manguera con agua helada en medio de las carcajadas de todos los presentes que nos habían traído jabón y estropajo para nuestra limpieza, ya que el penetrante olor que despedíamos no fue muy de su agrado; fue entonces que también entramos a la pachanga que todos tenían con nosotros.
Al terminarse el show nos trajeron ropa limpia y nos hicieron lavar la ropa sucia y apestosa que nos acompañaba, y fue cuando nos dimos cuenta que estábamos en una vecindad tradicional de esa enorme ciudad. Posteriormente nos esperaba un suculento desayuno que una bondadosa y excepcional mujer había preparado para nosotros, ese día era día sábado y aún nos aguardaban muchas sorpresas increíbles.
Al terminar de desayunar, todos los chavos nos invitaron a ir con ellos a un campo de beisbol, y así lo hicimos.
Cuando regresamos nos esperaba una grata sorpresa, pues la señora que nos dio de desayunar ya nos esperaba con la comida, y después de platicarle de nuestras aventuras, momentos y motivos por los que pasamos, nos invitó a vivir con ella en compañía de sus hijos y de otros jóvenes, que como nosotros, habían caído ahí, claro que por supuesto, teníamos que encontrar trabajo de lo que fuera para cubrir nuestros gastos, imagínense el gusto que nos dio porque ya teníamos donde vivir y donde comer, y lo único que nos debía preocupar, era encontrar un trabajo que nos permitiera corresponder a la increíble generosidad de esa señora que nos ofreció su casa con el corazón en la mano.
Manuel y Pancho pronto encontraron trabajo en un lugar donde arreglaban llantas, y yo me enrolé como vendedor de jugos de uva y de manzana que fabricaban varios de los vecinos del lugar, entre ellos, un joven llamado Nativitas que también y antes que a nosotros, había recibido, de esa gran señora, la misma oportunidad que nos dio a nosotros.
Así que me convertí en vendedor de ese producto e iba de puerta en puerta de las casas en las colonias a las que mi patrón me llevaba. En esos lugares solicitaba a la dueña de la casa o a quien me recibía, un vasito para darles una pruebita del sabor y la calidad de mis "jugos" diciéndoles que el precio de una botella de un litro era de cinco pesos, pero que si me compraban tres botellas se las dejaba por el precio de dos y aunque no lo crean vendía todo lo que llevaba en muy poco tiempo, mismo que aprovechaba para conocer los secretos de la elaboración de estos jugos a través de Nativitas, el hijo adoptivo mayor de nuestra "mamá" capitalina.
Así pasó el tiempo, hasta que me decidí a vender lo que yo produjera con el apoyo de la "mamá", y que bueno que fue así, porque el mero, mero petatero de los fabricantes de jugo, no le hizo mucha gracia lo anterior, y se molestó tanto, que después de insultarme de fea forma diciendo que yo era un malagradecido, me amenazó con una pistola, y fue cuando la "mamá" me defendió como si de verdad lo fuera, y puso en su lugar al tipo ese, que ya no tuvo más remedio que aceptar que yo me convirtiera en productor y vendedor de mis propios "jugos"