Parte 17
En cuanto fui reconocido mis cuates se empezaron a juntar alrededor mío para saber cómo me la había pasado en todo ese tiempo y platicarles de mis aventuras, y así poco a poco fui reconociendo a mis cuates, Manolo y Vito Cárcamo, Baltazar Olivares, Manuel y Carlos Rosete, Mariano Garcés, Gerardo Castizo, Sergio y Armando e Ignacio Montano, Darío Cházaro, Zenón, Demetrio, Armando Panes y sus hermanos. Armando Apo y todos los demás que en ese tiempo aún vivían en el barrio. Ahí me enteré que Pancho y Manuel andaban todavía de aventura por Villahermosa Tabasco, así que para esperar a que llegaran, empecé nuevamente a estudiar la secundaria en la Escuela Técnica Industrial No. 36, en el primer año del inicio de esas actividades en esa escuela, ya que antes se denominaba Escuela de Artes y Oficios, por lo que fui alumno fundador de ella.
Cuando llegaron los muchachos, renació también en ellos la necesidad de seguir con los truncados estudios y olvidarse de las aventuras, y para continuar los tres juntos con esta actividad decidí reprobar el primer año para continuar junto con ellos. Pancho tenía un carácter un tantito violento que rayaba en lo dominante, Manuel era de carácter dominante que rayaba en lo violento, y yo, pues era un pan de dulce combinado con chile y con manteca, era yo lo que se diría, el catalizador de esos dos temperamentos difíciles entre ellos, lo que nos daba por resultado una amistad auténtica entre los tres.
Con esto no quiero decir que por mí hubiéramos tenido esa preciosa relación, sino que en los tres cabía esa relación de entendimiento en la unión de esos tres temperamentos distintos, pero afines a la vez unos con otros. Ese temperamento de mis cuates, permitió que se adueñaran del control de la escuela a través de la Sociedad de Alumnos, y de paso, jalaron conmigo para disfrutar con ellos de los beneficios que esa posición otorgaba.
En esos tres años que estuvimos en la escuela, se dieron las cosas tan bien, que las relaciones entre los alumnos con sus condiscípulos y las de los profesores con los alumnos, fueron un ejemplo para las demás escuelas en las que el control de decisiones dependían muchas veces de los caprichos de la Dirección de los planteles.
En cambio, en nuestra escuela, había una decisión mancomunada de la Sociedad de Alumnos y de la Dirección de la escuela, lo que daba como resultado, que el aprovechamiento de los alumnos se situara en niveles altos, al igual que el de profesores de la talla del maestro Juan Zilli Bernardi, o del maestro Graciano Valenzuela, o del profesor Palma o el profesor Arenas solo por mencionar algunos, lo que le empezó a dar el prestigio que hoy en la actualidad, desafortunadamente, medio conserva.
Esas semanas del estudiante de esos tiempos, creo sinceramente muy difícil que se vuelvan a repetir, ya que el ánimo y la disposición de todo el alumnado para participar en los diferentes eventos que se llevaban a cabo era completa, pues todos nos divertíamos sanamente en esas fechas, respetando sobre todo la integridad de la escuela, tanto, que cuando alguien tenía problemas con otro (que muchas veces fueron Manuel y Pancho contra otros alumnos que envidiaban su autoridad), el lugar preciso para la pelea siempre era fuera de la escuela " a la salida " ¡qué original¡¿no?
Esa paseada en relevos de la Antorcha Estudiantil, partiendo de la escuela hasta el cerro Macuiltepec y de vuelta a la escuela era un agasajo pues se juntaba gran cantidad de personas a lo largo de este trayecto para aplaudir a su paso, a todos los que en ella participaban. Esos concursos de canto, de bailes autóctonos, de teatro, de poesía, de declamación, de oratoria, y muchos más, eran lo máximo, porque todos poníamos lo mejor de nosotros para que fueran un éxito, el cual siempre se alcanzaba.
La relación que tuve con todos los compañeros de mi escuela siempre fue cordial y amable y nunca tuve problemas fuertes con ninguno, y eso hizo que me perdiera la oportunidad de agarrarme a golpes con alguno, lastimita.
Al taller que yo asistía en las tardes era el taller de dibujo, cuyo profesor, Olivo, siempre me tuvo en alta estima por mis aptitudes en esa disciplina, sobre todo en el dibujo del retrato de personas, y el movimiento, que según él, le daba a mis obras, esto lo motivó para que fuera uno de los poquísimos alumnos que tuvieron acceso a sus conocimientos de serigrafía, conocimientos que después me servirían como el medio básico para solventar mis necesidades y las de mi familia.