Parte 26
El porqué renuncié como chofer del Servicio Urbano de Xalapa, fue, como les dije antes, porque el trabajo era demasiado absorbente y yo quería y tenía que estar mas tiempo con mi chaparrita, ahora mi esposa, pues han de saber, que aunque la operación a la que se sometió podría considerarse como un éxito, los dolores en su espalda baja disminuyeron pero no se le quitaron, y esa situación, la tenía en un estado de depresión constante que le hacía perder el conocimiento a cada rato y me dolía muchísimo no poder estar con ella y que en mi lugar tuviera que estar mi hermano Rodolfo que en ese entonces tenía como diez años, quién a cada rato salía de la casa donde vivíamos mi chaparrita y yo, dando tremendos gritos de auxilio a la vecina, porque a mi mujer, le había dado nuevamente el patatús y había que reanimarla, y eso era toooodooos los días, y mi hermanito sufría lo que no tenía que sufrir. Pero esa, esa es otra historia.
Cuando mis padres me acompañaron a "pedir la mano de mi novia", mi futuro suegro se negaba a salir porque decía que a él no le corría ninguna prisa por deshacerse de su hija, y tenía mucha razón, ya que en los tiempos en que pude hablar con él, que no fue nada fácil, para poder formalizar nuestras relaciones de "novillos" después de su operación. Como a ella le seguían los dolores, hubo necesidad de ver a otro doctor en Puebla y después de darle varias explicaciones a Don Rubén, el doctor se dirigió a nosotros y nos dijo que lo mejor era dar por terminadas en forma definitiva nuestras relaciones porque ella no podría tener hijos so pena de quedarse paralítica, lo que lejos de separarnos, nos unió más y yo le hice saber a mi chaparrita y a su papá, que para mi, no era impedimento alguno esa situación ya que lo que yo mas deseaba era compartir mi vida en cualquier forma con ella, y que así, como había esposos que no podían tener hijos, así mismo había hijos que carecían de padres, lo cual era un aliciente para mi, que no para ella, ya que eso de no poder llegar a tener sus propios hijos no le hacía ninguna gracia; bueno, pues al ir con mis padres a pedirle que me concediera la mano de su hija, tuvo que ir su mamá a hablar con Don Rubén para que accediera a salir y hablar con mis papás para formalizar el compromiso matrimonial de su hija conmigo.
Después de un doloroso pellizco que recibí de mi chaparrita para rectificar el tiempo en que nos matrimoniaríamos, fijamos las fechas del enlace, las cuales quedaron de la siguiente manera: el día trece de junio de mil novecientos setenta, nos casaríamos por lo civil en la ciudad de Xalapa; y el día veinte de junio tendría lugar el matrimonio religioso en la Iglesia del Carmen en la ciudad de Teziutlán, Puebla.
Se llegaron las fechas y nuestro matrimonio civil se hizo en el Registro Civil de Xalapa, bajo el descontento de mi suegro porque esa ceremonia no se hubiera llevado a cabo en mi domicilio, ya que su hija merecía eso y más, y tenía razón, pero mi situación económica no era tan voyante y pues tuvo que ser así, lo que hizo que el ambiente se sintiera pesado, espeso, tanto que casi inmediatamente de que se llevó a cabo la ceremonia se regresó con todo y mi chaparrita a Teziutlán para esperar el día del enlace religioso.
Se llegó el día de la boda y llegamos a Teziutlán mis padres, mis hermanos y como tres autobuses del Servicio Urbano repletos con familias amigas nuestras y toda la bola de mis cuates; llegué derrapándome a la Iglesia disculpándome con mi novia, y al momento y sintiendo de reojo los ojos de pistola que ella me echaba, empezamos a desfilar hacia el altar en donde el sacerdote que nos uniría ya nos esperaba. En el pequeño recorrido que hicimos hasta el altar, yo sentía que iba como entre nubes de algodón y sudándome hasta los "chones" además, sentí demasiada larga la distancia de la puerta de la Iglesia hasta el altar de la misma por mis recochinos nervios.
Cuando el sacerdote dijo; los declaro marido y mujer, sentí un alivio tremendo porque ya se había realizado mi sueño, y que ahora era nada más cuestión de tiempo para ganarme por completo al amor del amor de mi vida. Salimos de la Iglesia y nos dirigimos al salón donde se llevaría a cabo la recepción, y le dije a mi suegro que no se sintiera demasiado triste ya que no había perdido una hija sino que había ganado un hijo en mi, cosa que creo no le hizo la menor gracia, ya que me llevaba, según sus propias palabras, a la mejor de sus hijas, y como no, si mi ahora esposa, era la que lo atendía de todo a todo como su papá que era, le tenía siempre lista limpia y planchada toda su ropa y además como a él le gustaba, ella era la que muchas veces cocinaba para darle gusto a su papá en sus antojos, y que además era la única hija que soportaba con amor su mal genio y nunca se quejaba de ello, por lo que mi suegro sentía que ella era la única que le daba su importancia como padre y como proveedor de todas las necesidades de su familia.