Parte 50
Anunciamos la venta de la casa a través de un periódico local y se fueron presentando varias personas interesadas para adquirirla sin llegar a concretarse nada.
Esta situación, volvió a causar dolor a mi esposa quién hacía ya un buen tiempo era atacada por algo o alguien a quién no podía ver pero que indiscutiblemente sentíamos su presencia, que la golpeaba y lastimaba y de lo cual, mis hijos y yo fuimos testigos de esa fuerza negativa que no podíamos controlar como para pensar en una falsa alarma o en una buena actuación.
Al comentárselo al hermano Santiago, nos dijo que necesitábamos orar para que el Señor tomara el control de lo que pasaba y por su poder echara fuera todas esas manifestaciones negativas. En la tarde de ese día, el hermano Santiago se hizo presente acompañado de otros hermanos en la fe y empezaron a invocar el Nombre del Señor para que el Poder que Dios le confirió sobre todas las cosas que se pudieran mencionar en este mundo y en el mundo espiritual, se manifestara para librar a mi esposa, a nosotros y a nuestra casa de todas esas energías negativas que estaban poniendo en riesgo nuestra salud física y mental. Y, para nuestro asombro, mi esposa comenzó a dormirse y posteriormente a convulsionarse un poco hasta que se detuvo y empezó a despertarse como de una terrible pesadilla y a preguntar que había pasado, pues sentía como si hubiera sido liberada de algo que la estaba lastimando sin piedad y que ahora sentía un gran alivio en su cuerpo y en su mente. Se le recordó que el hermano Santiago y los demás, habían venido a orar por nosotros para que el Señor nos liberara y nos librara de las cadenas de angustia y desesperación con las que permitimos ser amarrados, y tomar más en cuenta los pensamientos de Dios y no los pensamientos de hombre, por lo que ella y todos nosotros, nos hicimos el propósito de no permitir volver a ser encadenados en la angustia sin control que tanto daño nos estaba haciendo.
Emocionados, todos le dimos gracias a Dios en el Nombre del Señor por esta manifestación maravillosa de su poder y autoridad para sanar enfermos, echar fuera demonios, y devolverle la vista a los ciegos, que como a nosotros, que no queríamos abrir los ojos a las cosas espirituales de Dios por preferir las cosas materiales del mundo, nos empezaba a abrir por su amor y misericordia infinitas.
Ahora cada vez que me dispongo a dormir, trato de ponerme en las manos del Señor para seguir recibiendo de lo que Él me desea participar a través de esa hermosa voz y ese coro de risas infantiles que inundan mi mente antes de escuchar mi nombre, para seguir siendo participado de las cosas misteriosas del mundo espiritual de Dios, para entender cada vez más de lo que aún no he alcanzado a comprender, y vuelvo a escuchar:
José Luis, tú, que ya has estado recibiendo manifestaciones reales del poder que Dios le confirió a tu Señor Jesús, escucha y atiende: Dios, en su Poder y Misericordia infinitas, se constituyó a sí mismo desde el principio en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y esto lo podrás conocer a través de la lectura del Evangelio según San Juan en el cap. 1: versículos del 1 al 8, y si en tu mente y en tu corazón crees en lo que dice, podrás considerarte un verdadero cristiano dispuesto a meditar profundamente en la palabra del Señor.
Escucha José Luis, todo tiene su origen en el mundo espiritual, por eso no te dejes llevar por lo que ves con tus ojos naturales, ya que por eso mismo te has dejado subyugar por todo lo material que te rodea, para pensar, que el poseer lo más que se pueda de ello de cualquier manera, es la finalidad misma de la vida. Ahora que el Señor te está abriendo los ojos espirituales, podrás darte cuenta poco a poco, de que lo que aquí te digo, es para que aprendas a separar las cosas espirituales de Dios de las cosas materiales de hombre, para colocarlas sin vacilar en el lugar que les corresponde a cada una de ellas, por eso ten siempre presente lo que dice la Escritura:
Por lo tanto, busquen primero el Reino y la justicia de Dios, y esas cosas vendrán por añadidura. Ni se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo. Basta con las penas del día. (San Mateo cap. 6: versículos del 33 al 34)