Parte 62
A uno o dos días de mi traslado a la cama de mi suite, noté que mi esposa tardaba en regresar pero no me preocupé demasiado porque había gente que necesitaba ser consolada con palabras que les hicieran sentir cierta tranquilidad por lo que también estaban pasando, y esas palabras que ella les decía, eran palabra de Dios contenidas en el Nuevo Testamento, para que en lugar de sujetarse de sus pensamientos humanos que los conducían a la angustia y al miedo a lo que no podían saber, se sujetaran a los pensamientos del Señor para saber, que todo lo que pudiera pasar, tenía un propósito en el orden que Dios ha dispuesto para cada uno de nosotros.
Pasaron varias horas hasta que mi esposa regresó a mi lado, sólo que la vi un tanto demacrada y débil y acompañada por una enfermera que la llevaba del brazo, por lo que al preguntarle que había pasado, me dijo que tuvo que ir a que donara sangre porque yo la necesitaba, y en esa situación ella sufrió una descompensación que la llevó a ser internada en urgencias para controlarla durante varias horas, pero que ya se encontraba bien y que en unos momentos más se restablecería por completo, lo que así, Gracias a Dios sucedió.
Por esto y por muchas cosas más, no tengo con qué pagarle a mi esposa, incluyendo las fuertes incomodidades que pasó en las noches por cuidar amorosamente de mí, ya que tenía que dormitar en una silla junto a mi cama, o acostarse en el piso, teniendo como colchón la misma cobija conque se cubría; También, el tener que ir a asearse o cambiarse de ropa a un albergue que el hospital tiene, en el qué, por unos cuantos minutos, podía recostarse en una cama para estirar las piernas y descansar un poco sus pies hinchados por la falta de circulación ocasionada por el tiempo que tenía que pasar días y noches sentada junto a mi cama, ya que no le gustaba dejarme mucho tiempo solo, por lo que se me pudiera ofrecer.
En la cama de junto, se encontraba una persona que se había caído de una altura considerable en la obra en que laboraba, quebrándose literalmente todos los huesos de su cuerpo, y que para cuando yo llegué, él ya había sido operado de varias partes en brazos, piernas y costillas.
Esta persona, en las noches se le figuraba que era un comerciante en pescados y mariscos, ya que se ponía a gritar pregonando su mercancía. ¡ Pescado fresco y camarones! al mismo tiempo que daba los precios a sus compradores imaginarios y haciendo cuentas de lo que tenían que pagarle, y cuando se suponía que regresaba a su bodega, empezaba llamar a Manuel, a Paco y a muchos otros para que hicieran cuentas de lo que ellos habían vendido para que le entregaran el dinero. Todo esto se desarrollaba a gritos o a grandes voces que a mí ni a ninguno de mis forzados acompañantes nos dejaba dormir porque todo esto se desarrollaba en las noches, ya que en el día él dormía a ratos, y a ratos llamaba a su esposa.
Imagínense mi incomodidad y la de mi esposa, porque aparte de no poder dormir por el escándalo de mi compañero de habitación, se me resecaba mucho mi boca ya que a través de ella, era la única manera de respirar, por lo que a cada rato necesitaba refrescarla con un poco de agua.
Mi esposa, al ver que esa difícil situación no mejoraba sino que cada vez era peor, habló con la jefa de enfermeras para que me pasaran a otra sala, y ella fiel a las recomendaciones del médico Reyes Savignon para que se me atendiera muy bien debido a que mi recuperación se estaba desarrollando de una manera que a él le satisfacía sobre manera, y pues no quería que se presentara ninguna complicación futura. Me cambió de sala y me acomodaron en otra cama, sólo que esta cama se encontraba medio torcida, lo que hacía que la comodidad que requería no la tenía.
Mi esposa le hizo saber lo anterior a la jefa de enfermeras e inmediatamente me transfirió a otra cama en otra sala, que se había desocupado porque la persona que estaba en ella acababa de fallecer.
En esa sala se encontraban personas en un estado muy delicado que en unos pocos días también fallecieron, lo que me hizo pensar y platicar más con mi Señor Jesús, para que por su infinita misericordia mi familia no tuviera que pasar por el dolor que los familiares de las personas fallecidas estaban pasando, y él me decía a través de su Palabra, y que poco a poco se iba anidando en mi mente:
José Luis, recuerda que todo sin excepción tiene un tiempo, un orden y un propósito en las cosas de hombre y sobre todo, en las cosas de Dios, y el tiempo de esas y muchas otras personas para llegar al orden y propósito espiritual llegó a su fin, y muchas de ellas cumplieron en su tiempo, con ese orden y ese propósito, ya que abrieron su mente a las cosas de Dios para realizarlas, aunque muchas veces aparentemente sin plena consciencia de ello y las colocaron sobre todas las cosas y pensamientos de sabiduría humana.