Parte 66
Esa mañana, al despertar, seguían resonando en mi mente esas palabras, que en su contenido, realmente no sabía cómo entenderlo sin pensar en mi conveniencia. Sin comentar nada de esto con mi esposa, traté de olvidarlo porque pensaba que era un sueño más y que no tendría la menor importancia. A media mañana, mi esposa salió a comprar cosas que necesitaba para la comida, mientras yo seguía escribiendo lo que el Señor, a través de mi mente ponía en mi corazón; en esas estaba, cuando escuché sonar el timbre de la casa, y cuando me asomé a ver de quién se trataba me percaté de que era el hermano Santiago al que invité a pasar a mi oficinita.
Ya ahí, y después de saludarnos cariñosamente y de orar juntos al Señor por unos momentos, me preguntó sin que yo me lo esperara: Hermano Luis, ¿Qué le ha puesto en el corazón nuestro Señor con respecto a la casa? Debo decirles que en ese momento sentí que un sudor frío recorría todo mi cuerpo y al momento recordé las palabras que la noche que recién acababa de terminar, había escuchado.
Pude haberle dicho que aún no había recibido nada, porque por un momento pensé en el dolor que le causaría a mi chaparrita si yo le dijera al hermano lo que soñé y me tomaba la palabra, pero de repente, como si hubiera sido investido de algo especial, hice a un lado esos pensamientos egoístas, tradicionalmente materialistas, y en el Nombre de Jesús me dispuse a contarle lo que el Señor me había dicho esa misma noche.
Hermano Santiago, hoy en la madrugada recibí un mensaje del Señor y me decía: " José Luis, toma a tu esposa y a tu familia y desocupa la casa en la que viven y entrégasela a
Santiago, así como también su palabra de compartir contigo el dinero que podría generar la venta de la casa."
Él se quedó de una sola pieza e hizo un ademán con su mano como si se golpeara la frente; yo seguí diciéndole: Hermano Santiago, ahí tiene lo que el Señor me dijo y yo obedezco.
El hermano Santiago me dijo que a él también se le había revelado un mensaje del Señor y que también lo obedecería, a lo que contesté que estaba bien, sólo que por favor me diera un tiempo adecuado para desocupar la casa, sin embargo, él me dijo que el Señor le pondría la autoridad para que tomara una decisión de acuerdo a lo que yo le revelara y dirigiéndome la palabra dijo:
Hermano Luis, el Señor ha puesto en mi mente y corazón que le devuelva su casa y le cancele la deuda que tiene conmigo, ya que si usted tuvo el valor sin tomar en cuenta su actual condición física y económica para obedecer el mandato que el Señor puso en usted , también el Señor me ha fortalecido es esta hora para tener el valor necesario para desprenderme de ese pensamiento materialista y colocarlo como estrado de los pensamientos de Dios, por lo tanto, vuelve usted a ser dueño de la propiedad.
Nos abrazamos amorosamente como hermanos en la fe y lloramos como niños porque se había manifestado una vez más el amor y la misericordia de Dios en nosotros y oramos dándole gracias por la situación en la que estábamos viviendo y en la cual, sentíamos literalmente la presencia del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo rodeados de sus Santos Ángeles en un gozo indescriptible y casi escuchábamos sus cantos diciendo ¡Santo, Santo, Santo. Santo es el Señor! en los momentos en los que un aroma espiritual invadió la habitación en que nos encontrábamos.
No supimos cuánto tiempo pasó, en el que nos sumergimos en cuerpo, alma y espíritu en la Santísima Trinidad de Dios, hasta que volvimos en sí, y emocionados y agradecidos en el espíritu nos despedimos.