Parte 63
José Luis, deberás saber que el tiempo para que tú empieces a adquirir el conocimiento necesario para aprender a separar las cosas espirituales de Dios de las cosas materiales de hombre, ha comenzado desde el momento en que volviste a recibir en tu mente las revelaciones espirituales que te han estado llevando a querer conocer más de Dios a través de Su Palabra dada a Su Hijo Jesucristo contenida en el Nuevo Testamento de las Sagradas Escrituras, por lo que deberás fijar en tu mente que, aparte, de que lo que está sucediendo en tu cuerpo es consecuencia de los factores que antes te mencioné como herencias y malos hábitos, también es el medio que el Señor ha utilizado para que tengas el tiempo suficiente para que estudies y medites profundamente en su Palabra, para que a través del discernimiento que recibas de ella, te adentres en su esencia espiritual que te conducirá a encontrar el orden y el propósito de Dios en ti.
Al escuchar esas palabras en mi mente, fui levantado en el espíritu por medio de ella, para desear que se abrieran las puertas de mi mente espiritual de par en par para entenderla poco a poco, y en el poderoso Nombre de Jesús, desechar de mi vida todas las cadenas que me atan a este mundo en angustias, miedos, ambiciones materiales, sufrimientos, contiendas, envidias, odios, venganzas, miseria espiritual, etc. etc. y entrar de lleno en el Reino de Dios que Jesús nos ofrece de acuerdo a la fidelidad que mostremos para enseñar a cumplir fielmente su Palabra como la indiscutible voluntad de Dios y recibir a manos llenas los Dones y el Fruto del Espíritu. Después de estas reflexiones, me sentí mejor que nunca y para esto habían transcurrido más o menos diez días después de la operación a la que había sido sometido y en los cuales había sido visitado por mi cuñado Rubén y su familia a quienes agradecí sus buenos deseos para una pronta recuperación, también recibí a un excompañero de Bimbo llamado Raymundo Sandoval, y su esposa, quienes habían ido a visitar a otra persona, y al enterarse por medio de mi esposa que yo me encontraba allí, me visitaron para desearme lo mismo que el hermano de mi chaparrita, y se despidió no sin antes recordar buenos momentos cuando éramos compañeros de trabajo; También recibí la visita del médico Carlos con su esposa, quienes después de desearme pronta recuperación, pusieron a las órdenes de mi esposa el departamento donde una de sus hijas vivía, para que fuera a dormir o a cambiarse o a bañarse, este mismo ofrecimiento lo recibimos del hermano Santiago antes de nuestra salida de Xalapa, lo que agradecimos profundamente.
Un día antes de mi operación, recibimos una visita inesperada, pues se trataba de un amigo excompañero también de Bimbo que tenía muchos años de no verlo, su nombre, Rubén González, y como trabajaba en el Seguro Social en el área de ambulancias, se enteró, también a través de mi esposa, que yo estaba allí y fue a verme, y con el optimismo que siempre lo ha caracterizado, me deseó lo mejor diciéndome que no me preocupara, ya que él visualizaba que todo saldría bien, y, después de platicar animadamente, se despidió de mí y de mi esposa al mismo tiempo que depositaba en mi mano un billete diciéndome, que a pesar de ser tan poca la ayuda que me podía brindar lo hacía con el mayor de los gustos y sin ánimo de ofendernos. Y cómo podríamos ofendernos si con ese dinero solventaríamos en su momento algunos gastos originados por nuestra estancia en la ciudad de Veracruz.
Mi recuperación se estaba dando en una forma que sorprendía al mismo neurocirujano que me había operado, quién no disimulaba su contento por lo que estaba pasando, por lo qué, cuando le dije que ya me diera de alta porque me sentía muy bien y además porque no quería padecer alguna infección no deseada, me dijo que estaba bien, que en cuanto el otorrinolaringólogo me retirara la bigotera, al otro día me daría de alta.
Llegó la mañana en que debería serme retirada la bigotera, y cuando fui bajado al consultorio para que eso se hiciera efectivo, di gracias a Dios porque llegaría en cualquier momento la hora de regresar a mi hogar con mi familia.
En cuanto el doctor me introdujo en el consultorio donde me sería retirada la bigotera, me advirtió que sería bastante molesto el retirarla y que le dijera si esa molestia me ponía nervioso para detenerse y esperar unos momentos para continuar. Yo le dije que no se preocupara, que pusiera manos a la obra, porque él y yo estábamos en las manos de mí Señor Jesús quién ya había tomado el control de la situación.
Así lo hizo y empezó a retirarme las gasas que cubrían mis fosas nasales introduciendo por las mismas, unas pinzas puntiagudas y empezó a extraer lentamente y con mucho cuidado, una gasa enrollada un poco más gruesa que un cordón de zapatos tenis como de unos cuarenta o cincuenta centímetros de largo y prácticamente llenas de sangre. En cuanto la extrajo, me preguntó que cómo me sentía porque tendría que repetir esa operación varias veces, y yo le dije que muy bien, que continuara con entera confianza. Al escuchar mi respuesta, volteó a mirar un tanto sorprendido a la enfermera que lo auxiliaba, sólo, que lo que él no sabía, es que en todo momento le pedía a Jesús que me fortaleciera en esos momentos para que no me pusiera nervioso y soportara con valentía por todo lo que estaba pasando.
El médico continuó con su trabajo más confiado que al principio y extrajo tres tiras más de la primera fosa nasal, y posteriormente pasó a la segunda para extraer de ella otras cuatro gasas, ocho en total. Después me hizo alguna curación en mis fosas nasales para controlar una pequeña hemorragia que se había presentado como algo normal por la manipulación de la que fui objeto, y listo.
Al dar su parte en mi expediente, el médico nos hizo saber que en ese trabajo se requería normalmente de cuarenta minutos a una hora para realizarlo, y que en mí, únicamente se necesitaron diez minutos, lo que causo gran sorpresa en él y en su auxiliar, así que le dijimos que todo eso era para la honra, gloria y alabanza a Nuestro Señor Jesucristo porque él había tomado el control de todo.