Parte 69
Han transcurrido hasta la fecha, varios años de que fuimos arropados en el Señor para que fuera superada esa última prueba, tiempo en el que hemos padecido otras enfermedades, aunque ninguna de ellas de la gravedad de las que aquí les platico y en las que siempre hemos sido fortalecidos en el Señor para ser levantados de todas ellas, y debo decirles, qué aunque aún no hemos llegado a separar convenientemente lo espiritual de lo material, seguimos en la lucha por colocar encima de los pensamientos materialistas del tiempo, del orden y propósito de hombre conforme a su sabiduría humana, a los pensamientos espirituales, el tiempo, el orden y el propósito para el hombre según la Sabiduría de Dios.
Estos testimonios de vida, tal vez le hagan reflexionar a usted acerca de cómo poder alcanzar el amor, el poder y la misericordia de Dios en sus vidas para poder seguir llevando dignamente nuestras vidas comunes y corrientes buscando el camino a la verdad y a la vida para pertenecer al linaje santo de los hijos obedientes de Dios. Amén.
Recordemos que venimos cargando una serie de herencias físicas que nos heredaron nuestros padres, mismos que las recibieron de los suyos y así desde la tercera o cuarta generación, y que a pesar de que muchos tenemos conocimiento de ellas, no les damos la importancia que merecen y tarde o temprano podríamos llegar a padecer alguna enfermedad, rehaciéndola por los descuidos en nosotros mismos a los que normalmente estamos acostumbrados, y es entonces, que nos acordamos de Dios para reclamarle, porque creemos que no nos merecemos lo que nos ha sucedido, ya que tal vez, nuestro comportamiento no ha sido tan mal llevado como el de muchos otros que aparentemente lo tienen todo y se sienten bendecidos por Dios.
Si nosotros como cristianos queremos dejar buenas herencias a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, y a los hijos de los hijos de nuestros hijos, cortemos de una vez y para siempre con todas con esas herencias negativas que algunos ya hemos recibido en nuestro cuerpo, en nuestra alma y en nuestro espíritu, lográndolo por medio del estudio serio y la meditación profunda de la Palabra de Jesús, lo que nos dará el conocimiento necesario para hacerlo.
Dios los llena en la abundancia de su amor y misericordia en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Qué así sea.
Este testimonio puede ser copiado y distribuido como está escrito sin quitar ni aumentar nada, y sobre todo sin fines de lucro.
Julio de 2004.
José Luis Hernández Cuéllar.
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