Regalos de Pablo de Tarso.

Por: padre Alberto Linero.

Me gusta leer textos que considero regalos de Pablo de Tarso. Son pequeñas frases escritas por el apóstol en medio de su‘apasionada’ relación con Jesús de Nazaret, los cuales tienen en mi corazón mucha influencia, porque me hacen sentir que soy capaz de vencer todas las dificultades que tengo. No tiene un poder mágico, sino que generan en mí la fuerza interior que me hace comprometerme más con mi propio proyecto de vida.

Hoy te comparto tres de esos regalos de Pablo:

“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”. (2Corintios 1,3-4) .

Me fascina meditar en Dios como un Padre misericordioso y Dios de toda consolación, eso me da mucha paz, eso me hace saber que no estoy perdido y que todos los gritos de auxilio que pronuncio son escuchados y van a hacer respondidos por Dios. No es un juez vengador, ni un irresponsable que me deja expuesto a mis errores, sino que es alguien que me ama y me ayuda a vencer las dificultades. El me consuela en medio de las situaciones más difíciles de la vida, su amor llega a mí, no para desaparecer mágicamente las situaciones, sino para menguar el dolor en mi corazón y hacerme comprender mejor cada una de esas situaciones. El me consuela haciéndome saber que está comprometido conmigo, perdonándome siempre para que tenga una nueva oportunidad de volverlo a intentar. Su misericordia va más allá de todo dolor, de todo error y me abre nuevos horizontes para la vida.

“Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante y me dio la fe y el amor de Cristo Jesús” (1 Timoteo 1,12-14).

Sí, dónde abundó el pecado sobreabundó la gracia. No somos perfectos, nos equivocamos mucho, fallamos mucho, hemos contestado muchas veces a su gran amor con nuestra desobediencia y terquedad, pero sin embargo más grande que todo es su amor por nosotros. Siempre el amor y la misericordia de Dios son más grandes que mis pecados. Por eso no puedo tener miedo de volver a Dios y pedir perdón, por muy grandes que hayan sido mis pecados, porque su misericordia y su amor siempre son mucho más grande. En el mundo en el que todos los días aparecen nuevos ‘perfectos’ juzgando a los demás y haciéndoles perder toda posibilidad de reencontrar el sentido de su vida, Dios nos está mostrando su misericordia. En el mundo en el que todos quieren estar al lado de los ‘perfectos’, Dios decide estar a mi lado que soy un pecador y no merezco tanto amor de su parte.

Y la frase que tantas veces repito y que me hace saber que estoy capacitado para vencer, que no me puedo arrugar ante los desafíos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4,14).

Nos recuerda que hemos sido capacitados, en Cristo, para dar la batalla, para vencer las dificultades y no darnos por vencidos tantas veces. Es probable que algunos de los que me lean hoy se sientan deprimidos, tristes y sin fuerzas para salir adelante; seguro que los problemas parecen superar todas sus fuerzas y no queda aparentemente más salida que huir de todo… Pues, No. Siempre hay salidas, siempre hay oportunidades, Dios nos ha dado en el Resucitado la fuerza para que salgamos adelante. Confía en Dios, cree en su amor y descubre que en ti hay dones y capacidades para vencer. Ten la certeza que si das la batalla un día podremos reírnos de todo esto que hoy te hace sufrir.