SED
Cuentan que una vez un hombre viajaba por el océano
y su barco se hundió. Quedó a la deriva por varios días
antes de que milagrosamente fuera encontrado por un
barco pesquero.
Al recuperarse de su pésima condición, contó el peor
error que había cometido: Al sentir una sed desesperante,
bebía agua salada, y por la sal contenida en la misma, lejos
de saciarse, sentía más sed e introducía sal y arena en su
cuerpo que lo deshidrataba más.
Muchas veces cuando sentimos sed de amor, cariño,
comprensión, verdad o atención, la buscamos en cosas
que lejos de saciarnos, nos dejan peor que antes. Así el
solitario se refugia en otro más solitario, el falto de amor
lo busca en los placeres y la vida desenfrenada; el
incomprendido se refugia en vicios y mal carácter para
llamar la atención.
Es hora ya de que dejes de llenar tu cuerpo de agua salada.
Jesús dijo: "Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamás; sino el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que brota para vida eterna." (Jn 4 - 14)
Así que no busques saciar más tu sed, cualquiera que sea,
en las cosas de este mundo. El único que puede saciarte es
tu amigo y creador Jesús. ¡¡¡Haz la prueba, no cuesta nada
y lo ganas todo!!!
ARTURO QUIRÓS