¿Cuando...?

“¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”

Salmo 143:8

“Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma.”

A través de estos salmos, advertimos la sed y la necesidad de Dios que el salmista abrigaba en su alma. Él expresaba con mucha claridad la búsqueda que todo ser humano tiene y que solo Dios puede llenar. Con confianza plena, el salmista David, manifestaba su necesidad de percibir desde horas tempranas, su misericordia. Le interesaba además, que Dios lo guiara en su andar por el camino.

Quiere saber si lo que hace está de acuerdo a la voluntad de Dios. Por eso ruega que le haga notar si se equivoca: “hazme saber el camino por donde ande”. David, quiere actuar como a Dios le agrada. Por ese motivo eleva su alma a Dios. Ya no desea ser la misma persona,  sino que aspira hacer la voluntad del Señor.

Esta debe ser nuestra actitud en nuestro andar por el camino de la vida. Recordar que necesitamos su misericordia desde la mañana hasta finalizar el día. Hallar tal plenitud de adoración al elevar nuestra alma hacia Él, que tengamos el mismo anhelo por adorarle y por recibir su guía para nuestro diario caminar.

Cuando alguien siente sed, necesita imperiosamente calmarla. Busca algo para tomar y saciarla enseguida, porque si no desfallece. Hace años hubo una publicidad en la que un hombre sediento, buscaba papas fritas bien saladas y las comía en lugar de buscar una bebida fresca. Esto es una incoherencia total. Me pregunto, si no actuamos así en muchas ocasiones. Tenemos sed de Dios, pero no pasamos tiempo en Su presencia para saciarla y en lugar de eso buscamos satisfacer nuestra sed con lo que no sacia.

Elevemos nuestra alma ante la presencia de Dios y busquémosle con ansias. No persistamos en seguir el camino errado. No actuemos como el hombre de la publicidad, que en lugar de buscar agua para saciar su sed comía papas fritas saladas. Busquemos saciar nuestra sed con el “agua de vida” que siempre está a nuestro alcance.  Anhelemos una comunión constante con Cristo, y saciaremos la sed que nuestra alma tiene de Dios.