Hay una voz en mi interior, Señor, que me impulsa a decirte: “¡Perdóname!”
Perdóname, Señor, las veces que te he ofendido directamente y las que te he ofendido en mí o en los demás. Perdóname, Señor, las veces que he pretendido juzgarte, las veces que te he ignorado y las veces que no te he dado gracias.
Perdóname por haber ofendido a otros con mi incomprensión y mi arrogancia; las veces que no he visto más que sus defectos y no he sabido reconocer sus exigencias y sus virtudes. Perdóname, Señor, las veces que no he valorado tus dones y las veces que no he aceptado mis limitaciones. Acógeme, Señor, en tu bondad. Acéptame con mis debilidades y mis errores. Haz que, con tu perdón, sea mejor de lo que soy. Y que, reconciliado contigo, sea instrumento de reconciliación entre mis familiares y amigos.
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