1- Nuestra condición humana de pecado.
Romanos 5: 12, 17-19. Mateo 4: 1-11.
El ser humano es pecador desde su origen, Adán. Es importante la conciencia que tiene Pablo de esta situación. Es importante la conciencia que tenemos de nuestra situación de pecado. No es vivir torturándose pensado lo malo que somos sino reconocer lo que somos. Como el enfermo debe reconocerse así para comenzar a tomar el remedio. Decimos: yo soy bueno, no le hago mal a nadie. Hacemos inútil a Cristo.
2- El ofrecimiento de Cristo.
- El ofrecimiento de Jesús es simple y terminante: cree en Jesucristo y serás salvo tu y tu casa. Aunque la salvación esta claro que es personal. La respuesta que le dio el apóstol Pablo al carcelero fue personal y profética. Es un ofrecimiento generoso de alguien que ha pagado por nosotros la deuda que teníamos. Ya no se tiene más en la memoria nuestro pecado pasado, ni se nos contará para condenación.
Tenemos que arrepentirnos y creer y somos declarados justos por Dios. Esto quiere decir ser justificados. No es que Dios se confunda y se olvide del pecado, sino que por la muerte de Él somos limpios. Esto es lo que en el nuevo Testamento se llama conversión, o nuevo nacimiento. Es recuperar la vida después de que por nuestra culpa la habíamos perdido. Es como el momento en que el buen samaritano encuentra al herido de muerte, lo cura, le pone aceite en las heridas y lo lleva a la posada. Así somos curados y salvados de la muerte por Jesucristo y llevados a la comunión de los hermanos. "Si miras los pecados, ¿quién podrá mantenerse? 3- La tentación y nuestro estado de gracia. Una vez llegado a este punto de ser salvado y curado por Jesucristo tenemos que velar por permanecer en este estado de gracia. El buen samaritano se preocupó por dejarle al dueño de la posada unas monedas para que le siguiera cuidando. Ya estaba libre de la muerte segura pero sin la ayuda exterior no se hubiera podido seguir recuperando. Así es como ocurre con la tentación, que sigue actuando aunque hayamos alcanzado la salvación y hay que resistirla para mantenerse en el estado de gracia. En la tentación de Jesús vemos que la tentación puede venir de nuestros propios deseos o necesidades, como el hambre o cualquier otro deseo que por estar desordenado nos haga perder. Lutero refiriéndose a nuestros deseos que rondan nuestra mente y la necesidad que tenemos de controlarlos decía que es imposible impedir que los pájaros den vueltas por nuestra cabeza, pero si podemos impedir que hagan nidos en nuestros cabellos. Sin una disciplina la libertad puede ser solo ocasión para dar rienda suelta a nuestros deseos. La tentación puede venir del mundo exterior con sus búsquedas de poder y dominio. A Jesús le ofrecieron todo el mundo como dominio. También puede llegar del enemigo mismo de Dios que quiere que pongamos a prueba a Dios haciendo que Él nos sirva a nosotros según nuestra voluntad. Que Dios me cuide si ando como loco en mi auto, que haga llover cuando yo quiero, sino pienso que se olvidó de nosotros, que apruebe los exámenes aunque no haya estudiado.
Una vez alcanzado el perdón de Dios por Jesucristo hemos de cuidarnos tremendamente de la tentación, de no alejarnos del buen samaritano que es capaz no sólo de restaurarnos y curarnos sino también de llevarnos a la salud total y a la vida en plenitud. Encontraremos la ayuda que necesitamos, en la oración, en la comunión de los hermanos, el consejo oportuno.
"Si tuvieras en cuenta los pecados, ¿quién podría mantenerse? Si estás firme sigue buscando la ayuda de Dios que te mantenga en todas las pruebas y tentaciones que en Él hay poder para cuidarte y mantenerte en el camino. Si estás caído/a junto al camino, alejado de la vida, el ofrecimiento generoso de Jesucristo es para ti. Él quiere tocar tu vida y sanar tus heridas. No desprecies hoy el ofrecimiento de amor que Él te hace: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.
GRACIAS A LA HERMANA SILVIA POR EL FONDO
PEDRO PABLO
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