MI JARDÍN DE LOS SUPLICIOS
En el jardín secreto, bajo el árbol, despacio, muy despacio, desataste mis trenzas y luego, impetuoso, porque yo sentí frío y terca me negaba, arrancaste mi ropa. Con cíngulo de larga enredadera la deslucida organza que sirviera de colcha a la cuna común, experto me ceñiste. En la callada hora, muy lejos de los padres, con jugo de geranios la boca me teñías y ajorcas vegetales en mis breves tobillos se enroscaron. Bailé furiosamente. Cual halo tras de mí henchíase la túnica, en torno a ti crecían los aros de mis huellas. Yo, tanagra diversa, evasivo laurel y tú quieto. Perfectamente quieto. salvo el brazo con el que me flagelabas.
Ana Rossetti
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