Se arremolinan mis manos desde tu vientre a tus senos al retrasarse tus pasos en la frontera del sueño. Tan inmóvil, tan callada, tan voraz yo, tan inquieto. Pecho adosado a tu espalda con el corazón sin frenos en carrera de latidos, y tus latidos tan lentos que no consigo dejar sincronizados los ecos. Suave llamada la mía, no es voz clara, es balbuceo de imperceptibles suspiros, navegando en el aliento, y enredados en la oscura maraña de tu cabello. No los oyes. En la niebla de tu espacio soñoliento se deshacen los sonidos, pero responde tu cuerpo a la insistente llamada, cálida, del sexo erecto, con incipientes temblores de muslos semidespiertos, cuatro columnas truncadas, cuatro ríos paralelos. Vuelves de la bruma, vuelves, melodía de silencio en cuerdas de arpa perdida, recobrada entre mis dedos.
Francisco Alvarez Hidalgo
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