Tu carta me tomó de sorpresa, sabía que me recordarías y que por las noches mi imagen poblaría tu mente. Lo que hubo entre nosotros no se olvida fácilmente... Pero esta despedida no es lo que esperaba. No creo que me hayas olvidado tan fácilmente. ¿Dónde han quedado las promesas... esas moches estrelladas que las llenábamos de caricias? Esas primaveras que la cubríamos de flores y amores. ¿Lo has olvidado?
Pero ni tú, ni el destino pueden borrar el camino andado. Esa bandada de pájaros pasó ayer frente a mi ventana y llevaba el rumbo de la eternidad... Ya volverán en la próxima primavera con nuevos brotes y llenarán tu alma de trinos y arpegios, porque yo les enseñé el verbo del amor y les di la tibieza de mis versos, todos escritos para ti...
No me culpes, de indiferente, ni te culpes por siempre dar. Los dos nos hemos entregado a este bello sentimiento que ahora lo quieres ignorar. No me has olvidado, yo sé que no. Tu adiós no es para siempre. Donde hubo fuego, cenizas quedan y lo que recuerdas no fue solo un momento sino una eternidad de besos.
Siempre supe que naciste para volar, entre aquellos pájaros te divisé... pero regresa a mi, regresa para calentar de nuevo el nido que quedó vacío en tu Salta hermosa, ese nido que construimos con ternuras y que un día juramos no abandonar jamás.
Mira las luces desde lejos, te guiñan con picardía, porque ven que en lontananza viene pintando el paisaje una tierna mazurca que dice mi nombre en tus oídos... Viene a instalarse en tu ventana, para decirte aquí estoy de nuevo para amarte...
Ninfa