Hermosas palabras, Serenidad, sobre la alegría. Cuando recibimos una gran alegría, al igual que una gran pena, nos cuesta encerrarla en nosotros mismos, no comunicarla a las personas más cercanas. Aunque no estoy totalmente de acuerdo con el proverbio persa, y con la frase de Mark Twain, en el sentido de que gran parte de esa alegría consiste en comunicarla. La comunicación es una liberación y, al mismo tiempo, una extensión o alargamiento de lo que echamos de nuestro interior, pues le damos nueva vida, lo revivimos al contarlo y, por lo tanto, seguimos sintiendo el efecto sobre nosotros. Pero, al fin y al cabo, es una especie de "representación" de la alegría o la pena que nos ha alcanzado. Quizás en ambientes en los que tiene gran importancia la socialización de las emociones, situaciones y vivencias, se sienta de manera especial esa comunicación de las alegrías a los demás. Sí estoy de acuerdo con las frases de Einstein y Thomás de Kempis, existe una alegría por ver y comprender las situaciones, las causas que rigen las conductas propias y ajenas, las leyes de la naturaleza...Ver comprendiendo produce una callada alegría interior, que no se exterioriza pero que marca nuestro semblante. Y, desde luego, existe la alegría que siente y transmite la persona de buena conciencia, de corazón puro, una alegría sin estridencias pero que llena tanto que desborda a quien la posee. Hay pequeñas alegrías confidenciales, podíamos decir, que no se van por ahí divulgando, que quedan entre los amigos, entre uno mismo y la persona que ama, a veces basta una sola palabra dicha y una mirada para que se produzca esa chispa de alegría en tu interior, sin que los que te rodean se den cuenta.
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