Como carne apretada a nuestros huesos nos envuelve el amor más solo y puro, que, apartados del mundo y su conjuro, vivimos un festín de fiebre y besos.
Este recinto prieto, donde presos unánimes nos damos un seguro. este campo solar y nido oscuro abona en gracia vida y embelesos.
Contagiados de mundo, sin embargo, lucha es la vida con caudal de grito, y a veces un sollozo y un letargo.
Y es que el dolor destroza nuestro mito y el dulce amor nos sabe tan amargo como la sed de un páramo infinito.
Antonio carbajal
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