Cuando estoy cerca de ti, el aire se carga con la intensidad de lo que no te digo. Y todo
permanece dentro. Guardo en mi corazón esos párrafos de cartas que no redacto. Y a veces
esos retazos quedan diseminados por aquí mezclados con la nada.
No se corre ningún riesgo deseando alcanzar lo inaccesible. Mirando al vacío cada noche
cuando me dispongo a retomar el descanso, mis pensamientos se vuelven transparentes,
pero no estás tú enfrente para vislumbrarlos. Estás más allá, lejos o cerca según se mire.
Aunque hace frío y el mar está algo triste, como yo. Me gusta sentir cada día su soplo, su
tensión, su mirada. Esa capacidad para ir y venir y ser siempre diferente. Ese combate
contra las rocas, contra lo imposible. Como mi lucha. Como nuestra batalla.
Creo que vivimos un tiempo equivocado que se nos desvanece entre las manos, que nos
tritura el alma, que nos avasalla con su melancolía y que entre hielo y fuego nos hace
avanzar por la vida.
Hace ya siglos, al menos es lo que a mi corazón le parece, que no consigo verte, mucho
menos abrazarte e inimaginable conseguir besarte. En tu recuerdo finalizan mis
pensamientos. Como cada noche. Como en infinidad de momentos. Luces que se esparcen
en la oscuridad y cuyo resplandor hacen de tu recuerdo mi vida.
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