Estoy sentada frente al ordenador, ya sé, no estaba así hace un rato, pero decidí hacerlo de este modo ya que el calor que siento es excesivo.
No he podido dejar de pensar en ti, y en todas las promesas inconclusas, esos momentos que quedaron suspendidos en el aire de nuestros pensamientos.
Esperé largamente tu llamado. Estuve mucho tiempo conectada, impaciente, para tener comunicación contigo, fumando un cigarro tras otro…
Y me has recompensado. Aquí llegas… me encuentras en este estado de pleno calor voluptuoso, con mi cuerpo húmedo de tanto pensar en ti y no lo dudas ni un instante.
Untas tus dedos con mi néctar y los saboreas con los ojos cerrados. “¡Delicioso!”, me dices… la locura ya se apodera de ti y me tomas en brazos con tus labios prendidos de mi pezón.
Ufff, qué calor hace aquí! La noche promete, acaba de comenzar a caer un leve rocío sobre la hierba del jardín, pero no me importa. Sobre el césped depositas mi cuerpo y comienzas a amarme, a besarme, a poseerme de un modo felino, así como a mí me gusta, haciéndome enardecer aún más.
El rocío comienza a tornarse llovizna… es lo único que podrá aplacar el fuego de mi hoguera, pero sólo después de dar rienda suelta a mis sentidos, embriagada totalmente de ti, llena del poder de tu sexo henchido y deseado, que supo poseerme una vez más…