Prevención del hábito tabáquico mediante el ejercicio físico
El ejercicio físico contribuye al abandono de los hábitos tóxicos (especialmente el tabaco), al mantenimiento de dietas equilibradas y al menor consumo de alcohol. En un estudio efectuado por Hartley (1985) en individuos aparentemente sanos, se observó que muy pocos participantes con nivel de actividad física alto eran fumadores y tenían sobrepeso. En la misma línea Hickey y cols. (1975) comprobaron que los hombres físicamente activos en tiempo de ocio eran menos fumadores y con menores índices de obesidad.
Por consiguiente, la actividad física regular promueve cambios generalmente muy importantes en el estilo de vida, caracterizados por una mejoría espontánea en los hábitos higiénico-dietéticos. El efecto inmediato es la sensación subjetiva de bienestar, que a largo plazo se traduce en un estado de salud y condición física superiores.
Diferentes estudios han demostrado una reducida incidencia de enfermedades arteriales coronarias, hipertensión arterial, diabetes y otras enfermedades prevalentes entre personas físicamente activas frente a las inactivas (Berlin y Goldtiz, 1990; Gordon y cols., 1990; Hagberg, 1990; Morris y cols., 1990; Schneider y Ruderman, 1990; Schwartz, 1990) citados por Aztaráin y De Luis 1994.
Como se puede comprobar en estos estudios el ejercicio físico realizado con unas determinadas condiciones es beneficioso para prevenir numerosas enfermedades, ayuda en la mejora de la condición física de los sujetos practicantes y ofrece una ayuda más favorable.
Bouchard establece un modelo donde se concibe la mejora de la salud gracias a las relaciones entre la práctica física y la mejora de la condición física. La salud se traduce en mejorar del funcionamiento de los sistemas orgánicos (cardiorrespiratorio, locomotor, nervioso, endocrino) en relación con la prevención de determinadas enfermedades, algunas de ellas relacionadas con los estilos de vida sedentarios. La salud es una finalidad alcanzable a través de la actividad física y este modelo trata de determinar la dosis de aplicación apropiada de dicha actividad física en función de algunos parámetros como la frecuencia, la intensidad, la cantidad de trabajo, el tiempo, el tipo de actividad. (Bouchard y cols., 1990; Devis y Peiró, 1992) en Pérez Samaniego (2001).
Los programas de ejercicio supervisados se recomiendan ya desde la infancia con el objetivo de estimular el hábito hacia el deporte, una de las medidas más adecuadas para ocupar el tiempo de ocio y, paralelamente, mejorar el estado de salud.
La evidencia de los beneficios del ejercicio físico a través de revisiones de efectos fisiológicos, ensayos epidemiológicos y documentación clínica ha promovido numerosas iniciativas de ámbito público y privado con el objetivo de sensibilizar a la población sobre la conveniencia de cambiar el estilo de vida hacia costumbres más saludables. La modificación de los hábitos dietéticos y la eliminación del tabaquismo constituyen dos de las piezas fundamentales en la mejora y promoción de la salud. El ejercicio físico constituye el tercer elemento sobre el que recae una parte importante de la responsabilidad en alcanzar ese objetivo.
El consejo de colegios médicos de Cataluña, con el soporte de consejo asesor de actividad física y promoción de la salud de la Dirección General de Salud Pública de la Generalitat de Cataluña, elaboró un documento en el que se recomienda promover el ejercicio físico, entre otras medidas, para fomentar la salud cardiovascular (Serra, 1996).
En nuestro contexto español, la investigación en materia de actividad física relacionada con la salud es bastante limitada y no suele centrarse específicamente en la infancia y la adolescencia. Así los principales estudios llevados a cabo, a nivel nacional han investigado diferentes dimensiones de la actividad física como son:
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El ocio y las actividades deportivas en la población general con una breve referencia a los jóvenes (García Ferrando, 1986, 1991, 1997, y Ruiz Olabuénaga, 1994).
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Los patrones generales de ocio y actividades deportivas en la juventud (García Ferrando, 1993).
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El nivel general de salud de los niños y adolescentes escolares con escaso énfasis en la actividad física (Mendoza y cols., 1988; 1994).
Existen otra serie de estudios a nivel más autonómico y local que también recogen información sobre la actividad física en la infancia y la adolescencia y contribuyen al conocimiento general de esta conducta (Generalitat de Cataluya, 1991; Nebot y cols., 1991; Sánchez, 1990, y Vázquez, 1993). En general, la mayoría de los estudios muestran la existencia de importantes índices de inactividad física entre los distintos grupos poblacionales estudiados con el consiguiente perjuicio para su salud, aunque es necesario comentar que la diversidad en la metodología empleada hace difícil las comparaciones.
Conclusiones
Las declaraciones sobre la necesidad de recomendar a la población el ejercicio físico son coincidentes, y todas ellas vienen respaldadas con sólidos argumentos por la amplia bibliografía que se ha puesto en circulación en los últimos 10 años. El estilo de vida físicamente activo se asocia generalmente a costumbres más saludables y a una menor incidencia de tabaquismo y de otros hábitos tóxicos.
Las investigaciones realizadas en estos años demuestran la necesidad del ejercicio físico en todas las edades por los beneficios que indudablemente tienen para la salud, pero además se observa como el ejercicio físico en adolescentes funciona como factor protector ante los hábitos nocivos (tabaco, alcohol, otras drogas...). Por lo que cada día tiene mas fuerza la necesidad de educar en el deporte-salud y dejar en un plano secundario la obligación de ganar para poder seguir practicando deporte.