La soledad da mucho frío. Se está muy solo en la soledad. Tienes amigos, exparejas, un hijo estupendo que crece como un diablillo...pero estás solo y así debe ser. Comienza mi particular "celebración" de un "annus horribilis". En Navidad la cosa ya estaba mal. Muy mal. En febrero, la misma noche que salí de la que era mi casa, la de mi familia, aquella en la que pensaba ver crecer a mi hijo, esa misma noche, digo, falleció mi abuela. El último de los cuatro que me quedaba. Noche triste. 26 de febrero.
Después vinieron las primeras visitas la abogada. Conseguimos hacerlo como seres humanos. Con dolor, pero con respeto. Después vino el cariño nuevo, el de dos seres destrozados por el dolor y con un incierto nuevo futuro. Los miedos. Nuestro hijo.
Empiezan las conmemoraciones y me pilla solo otra vez. Como lo debí estar desde el principio. En un post anterior ya advertía de mi toxicidad hacia quien me quiere. La distancia impedirá que ella muera envenenada. Como dice la canción "quererla no es bastante". No lo es cuando tu interior está roto.
¿Recordáis aquella estupenda "Hill Street Blues" (Los "azules" de Hill Street, por el color de su uniforme policial), mal traducida aquí como "Canción triste de Hill Street"? Al cabar la reunión diaria con sus polis, el sargento de origen polaco les decía "tengan cuidado ahí fuera". Nunca pensé que tuviera que tener tanto cuidado aquí dentro.
Aquí tengo a mi mejor amigo y a mi peor enemigo. El dolor y el frío de la soledad nos parece sentirlos desde fuera, pero están dentro. En nuestras entrañas. Allá donde acaban el corazón, el estómago, el hígado o el bazo. O como decía mi viejo profesor de antropología, ya fallecido, las suprarrenales. Esas glándulas tan importantes para la vida y que casi nadie sabemos que tenemos.
Cuánto cuesta este parirme. Como me cuesta salir de esta muerte íntima, de este salón de baile, sin nadie ya, la función acabada, las colillas en el suelo y los vasos vacios con un dedo de licor aguado y el borde lleno de grasa de barra de labios.
Nueva música, nueva sala, nuevos compañeros de baile y nueva coreografía. Mientras tanto, soledad. Amiga en ocasiones, azote las más. Muriendo con la esperanza de llegar a un mundo donde nuevamente sea capaz de querer. Donde por mis poros deje de manar tóxicos y bilis. Nuevo. Muerto y vivo. Allá donde pueda cantar "he muerto y he resucitado".
Ojalá. Y ustedes que lo vean.
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