Y el gran amor llegó cual flecha sin rumbo, a mi corazón desierto y moribundo; para alojarse en las capas de mi piel... y no salir de ahí, rociándome miel.
Te idolatré como se siente al amado, te di mi vida y mi alma color dorado; te alejaste por no brillar suficiente... comprende que sin ti deseo la muerte.
Si tú ya no estás en mi senda sinuosa, mi vuelo emprenderé cual ngris mariposa; te diré "te amo" con ese eco perdido... me dispersaré en las nubes del olvido.
Te extrañaré como se extraña el rocío, que todo lo cubre con su suave frío; cerraré mis ojos hasta quedar ciega... jamás sabrás lo que a mi esencia sosiega.
Si al leer estos versos tu alma me llama, búscame donde mi voz aún te aclama; acariciando así los momentos bellos... corriendo a tus brazos... ¡y muriendo en ellos!