La cantante tucumana seguirá siendo un emblema de América del Sur, su intérprete más prestigiosa, su vocera más paradigmática, su más intrépida idealista
Por René Vargas Vera Para LA NACION
Es un emblema de la región; de todo este sur del continente. No se ha convertido en mito. Es mejor. Porque el mito, desde su etimología, encierra ficción y fábula; retrato de la fantasía colectiva. Ella, en cambio, se alza junto a los más importantes hombres y mujeres que en el mundo han sido, por sus dones, su carisma, sus mensajes. Ella asume, por sí misma, un destino de trascendencia hacia la civilización universal. Por todo esto, Mercedes Sosa, fue y es una de esas figuras predestinadas a la eternidad. Ríos de tinta han corrido desde que esta tucumana asomó, de la mano de Jorge Cafrune, en aquel 1965 del Cosquín más auténtico (cuyo escenario, ya en plena decadencia del folklore, recibió el nombre de Atahualpa Yupanqui). Mercedes cantó por entonces su propia profecía, Zamba para no morire. El poeta Lima Quintana le había dictado sus versos: "Voy quedándome solo al final, muerto de sed, harto de andar. Pero sigo creciendo en el sol, vivo. Pero el árbol reverdecerá, nuevo.Volveré repartido en el aire a cantar, siempre. Una historia me recordará. No me puede el olvido vencer". Un par de años antes, Mercedes había asumido como propia, en Mendoza, la misión expresada en el manifiesto del Nuevo Cancionero, junto a su compañero, el compositor y cantante Manuel Oscar Matus, el guitarrista y compositor Tito Francia, el poeta Tejada Gómez y otros: dar testimonio, a través de los contenidos de los temas poético-musicales, sobre la condición del ser humano, ya sin el pintoresquismo paisajista. Nadie antes había cantado como ella, con esa bellísima voz, plena de lozanía, que irrumpía desde sus vísceras con todo el sabor de la tierra, para vibrar en emociones auténticas y en sinceridad expresiva hacia lo más recóndito de nuestras esencias. Mercedes fue coherente con tales principios éticos y estéticos a través de un repertorio comprometido con la verdad, la justicia, la libertad, la dignidad, la solidaridad. No pudieron torcer este derrotero desde aquellas Canciones con f undamento las feroces críticas de sectores de rancio tradicionalismo, reaccionarios a todo cambio, que pretendieron menoscabar esa nueva impronta alimentada por sus ideales humanitarios. Tal conducta clara, transparente, valerosa, coherente, ejemplar, la llevó al exilio cuando el gobierno de los primeros años 70, y luego la dictadura militar quisieron acallar, con amenazas y atropellos, su voz señera de reivindicación de los valores humanos. Pero pudo regresar al país con gloria, al comenzar 1982, cuando llenó trece veces el teatro Opera, verdadero mojón luminoso de su vida de artista. Poco a poco, desde aquel memorable retorno, la enorme cantante nuestra se sintió impulsada hacia una apertura artística y estilística Daledaña o no, estéticamente a su repertorio folklórico, para dar cabida a nuevas experiencias que sus fieles seguidores recibieron, no sin cierto estupor y hasta perplejos, como cuando interpretó (sin olvidar su éxtasis de Parnaso, junto a Luciano Pavarotti). Quizá no tanto cuando la vieron unirse a cautautores brasileños, como Milton Nascimento, o al interpretar temas de Djavan, Silvio Rodríguez, Alfredo Zitarrosa o Pablo Milanés. Sí acogieron su expansión estética cuando embelleció las canciones de Violeta Parra, Víctor Jara, Horacio Salinas (Inti-Illimani), Piero, Víctor Heredia, Jorge Fandermole, León Gieco?, quizá por su cercanía con lo telúrico. Y en cuanto al pop argentino, logró Mercedes imponer sus versiones de las canciones de Alejandro Lerner, Fito Páez, entre otros, y de modo especial las de su querido amigo Charly García, con quien varias veces compartió escenario, y al que terminó dedicándole un disco completo, Alta f idelidad . Toda aquella lozanía de los años 60 y 70, aquella garganta tersa, ágil, flexible fue recalando en otro modo de asumir el canto mediante fraseos más morosos y densos, más sopesados, siempre plenos de vibración emotiva. (Ya se sabe que la garganta se engruesa e inevitablemente baja la tesitura con el correr de los años.) Así se animó a cantar tangos de antología o de creadores más recientes, en los que su estilo aplacado y deletreado ya se había vuelto inconfundible. Y sus últimos derroteros se inclinaron decididamente por jóvenes compositores del folklore a los que, con una generosidad de madre de todos ellos, les regaló un enorme espaldarazo, como en uno de sus últimos discos, lanzado desde Alemania por la Deutsche Grammophon, Corazón libre . Quisimos dejar para el final el repaso de su maravillosa gesta antológico en el canto acometida en integrales de altísimo vuelo, tales como Romance de la m uerte de Juan Lavalle , de Ernesto Sabato y Eduardo Falú, y los magníficos ciclos del poeta Félix Luna, con música de Ariel Ramírez: Cantata s udamericana y Mujeres a rgentinas . Ellos son testimonio de un superior arte interpretativo por asumir en ellos, con admirable autenticidad, los más diversos ritmos argentinos y de América latina. Esto sin contar su reiterado protagonismo en la Misa c riolla de Ariel Ramírez y el rescate de un cancionero del más alto vuelo poético-musical, como el de Eduardo Falú junto a los poetas Jaime Dávalos y Manuel J. Castilla; el de Gustavo Leguizamón ("Cuchi"), con versos propios o con los poetas Tejada Gómez, Miguel Pérez y Nella Castro, entre otros; los temas de Atahualpa Yupanqui, Adolfo Abalos (Los Hermanos Abalos), María Elena Walsh, Horacio Guarany, Ramón Ayala, Damián Sánchez, Antonio Tarragó Ros, Teresa Parodi, César Isella, Peteco Carabajal, Ariel Petrocelli y varios más. Su estilo, su impronta, su voz, que no descansó hasta alcanzar sus 74 años el 9 de julio, se notaban ya fatigados por tantas giras al exterior y tantas sucesivas actuaciones a las que fue empujada en los últimos años. Todo ese tour de force fue minando su salud. Ella tenía bien merecido un descanso, al menos en los últimos diez años. No lo tuvo, salvo cuando se lo impidió el acoso impiadoso de sus enfermedades. Sólo en tales trances detuvo su marcha. Pero se hacía tarde para un cuerpo abrumado y agotado. Mercedes seguirá siendo la voz de América del Sur; su intérprete más prestigiosa; su vocera más paradigmática; su más intrépida idealista. El autor es periodista y compositor de varias obras grabadas por Mercedes Sosa
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