Cuenta una leyenda que hace ya mucho tiempo un joven
hogol llegó al mundo
de los humanos, en busca de un nuevo lugar donde vivir.
Allí encontró ríos y
lagos, montañas y llanuras, marismas y desiertos,
nieve, agua, nubes,
y el mar... que bonito es el mar, pensaba el hogol.
Pero lo que más
abundaba allí era la gente. El mundo de los humanos está
repleto de gente
y la gran mayoría viven en pueblos y ciudades. A buen seguro que
son buenas personas para poder convivir todos juntos,
y con este pensamiento
el hogol decidió quedarse a vivir con los humanos.
Pero se dio cuenta rápidamente que las cosas no eran tan bonitas
como él se imaginaba. La gente que allí vivía era físicamente igual que
él y externamente no se podían diferenciar. Pero el interior, la esencia de
su ser tenía algo desconocido para él.
Se dio cuenta que los humanos no decían lo que pensaban. Muchas veces
incluso decían lo contrario de lo que pensaban.
Se enteró que muchas personas
luchaban contra otras personas por motivos que él no entendía,
que la ignorancia y el desconocimiento provocaba el miedo y el odio.
El hogol no comprendía nada... allí nadie hacía nada
por el mero placer de hacerlo.
Todas las cosas tenían un precio. Alguien le dijo que incluso
la amistad tenía un precio.
¿Como se pueden comprar los sentimientos, y con
que moneda se pueden pagar?
Poco a poco, la pequeña lamparita que iluminaba su corazón
se fue apagando cada vez más. Aquello era muy diferente de lo
que él había imaginado y se sentía atrapado en un mundo
cruel y despiadado. La gente lo miraba de reojo y a veces podía
sorprender a alguien que lo señalaba con el dedo tras de si.
'Aquí el primero es uno mismo y el resto importa poco', pensó Hogol
mientras una lágrima se resistía a salir de sus ojos.
Aun así, había una cosa de aquel mundo que él amaba: el mar.
Era tan inmenso, tan misterioso, tan tranquilo cuando estaba
en calma, y tan poderoso cuando se enojaba... Siempre que se
sentía triste iba
hasta la playa y allí, solo, mirando el horizonte a menudo lloraba su tristeza.
Pero un día, mientras el hogol se encontraba en la playa, repentinamente
un viento suave y lejano acarició sus mejillas. Y entre el rumor del viento
pudo reconocer la voz del Hermano Árbol, el árbol sabio que vive en
Hogoland y gran amigo de todos los hogol.
Hermano! Que alegría poder escuchar tu voz!
Hace tiempo que te veo en esta playa, joven hogol.
Y cada vez que lo hago te veo llorando.
¿Cual es el mal que ha ahogado tu corazón?
Tengo mucho miedo Gran Hermano...
De que tienes miedo?
La gente... aquí la gente es diferente. No dicen lo que
piensan y no hacen lo que sienten. Tengo miedo
de volverme como ellos, Hermano.
No creas que son tan diferentes de vosotros pero tienes razón:
podrías convertirte en uno de ellos. Ten cuidado.
¿Quizás tú podrías ayudarme Hermano?
¿Ayudarte como, joven hogol?
Quizás podrías evitar que me vuelva como ellos y hacer que sea
feliz para siempre y que nunca más vuelva a llorar. O aun mejor,
¿por que no los cambias a todos?
Este mundo sería mucho mejor, Gran Hermano!
Sí, realmente seria un sitio maravilloso para vivir,
pero aunque tengo poderes mágicos,
no son tan poderosos como para conseguirlo.
La expresión de ilusión que por un momento se había dibujado
en la cara del Hogol se volvió a convertir
en tristeza y volvió a bajar su mirada.
No llores, joven hogol. Así no solucionarás tu problema.
¿Yqué quieres que haga, Hermano? Ni siquiera tú,
con tus poderes puedes hacer nada! ¿Que puede hacer este pobre Hogol?
Puedes hacer muchas cosas (le sonrió la voz). Tu mismo
lo has dicho antes, piensalo un poco.
¿Qué es lo que he dicho antes?
Que tenias miedo de volverte como ellos. Si te puedes volver como ellos,
no crees que ellos se pueden volver como tú?
¿Como?
Los humanos son como vosotros en una cosa muy importante:
no son malos por instinto. Los hacen volverse así.
Por los motivos que sean se vuelven así pero no lo son por naturaleza.
Ahora piensa un poco: si a ti te sorprende su manera de ser,
de vivir, de sentir, no crees que ellos también se sorprenden
cuando te ven a ti? Quizás les puedas enseñar a ver las cosas de
otro modo, a hacer sonreír cuando alguien está triste, a abrazar
cuando alguien tiene miedo, a dar amor cuando encuentras
un corazón roto.
¿Crees que serviría de algo? Aquí hay muchísima gente
y yo conozco a muy pocas personas.
No te preocupes por la cantidad, lo importante es
que contagies tu felicidad a la gente que conozcas.
La felicidad de uno mismo nunca lo es del todo si la
gente que te rodea no es feliz. Si haces lo que te pido Hogol,
yo te concederé lo que me has pedido antes.
Hacer feliz todo este mundo?
Hacer feliz todo este mundo, sí, pero únicamente un día al año. Mis poderes
no son tan grandes, pero puedo hacer feliz a todos una vez al añol,
siempre que tu cumplas tu parte del trato.
Parece muy difícil eso que me pides Hermano, los humanos tienen
un mundo maravilloso pero viven de espaldas a él.
Pero lo intentaré, Gran Hermano.
Has hablado con mucha sabiduría joven hogol, recuerda: mientras tu hagas
lo que has prometido yo cumpliré mi parte, ¿de acuerdo?
Sí, de acuerdo!
El hogol se descubrió de pié en la playa con los brazos extendidos,
igual que hacía cuando era pequeño allá en Hogoland,
junto al Gran Hermano cuando el viento soplaba.
Ya no lloraba, se sentía muy bien. El Gran Hermano había venido
de muy lejos para hablar con él. Esto no era muy corriente...
Quizás era una persona especialmente querida por el Gran Hermano.
Por primera vez en mucho tiempo el hogol sonrió mientras miraba
como el sol se hundía en el horizonte y la Luna empezaba a perseguirle.
¿Que le habrá hecho el Sol a la Luna para que siempre lo esté persiguiendo?
(se preguntaba el Hogol) Y con este enigma
en su cabeza volvió a casa para pasar la noche.
Al día siguiente por la mañana, el hogol salió a la calle
y se quedó maravillado. Había nevado! Todo era
de color blanco, que bonito! Pero algo extraño pasaba...
todas las personas que caminaban por la calle llevaban
una sonrisa en su cara, y cuando se cruzaban se saludaban.
Y mirándolos a los ojos mientras lo hacían
el hogol vio que esta vez sí decían lo que pensaban
y sí hacían lo que sentían. Las calles estaban llenas de
luces y colores y los niños corrían de un lugar a otro para poder
verlas todas, igual que las mariposas que vuelan hasta la luz de un farol.
¿Que sucede? preguntó el hogol a un hombre que paseaba por la calle.
Hoy es Navidad!
¿Navidad?
Claro! Hoy es un día de felicidad para todos. Nos reunimos en nuestras
casas y pasamos el día con la gente que
queremos y deseamos a todos que sean felices.
El hogol sonrió al darse cuenta que el Gran Hermano había cumplido
su palabra y que al menos, una vez al año
aquel mundo se parecía a Hogoland.
Y desde entonces aquel hogol ha estado viajando por
aquel mundo, siempre intentando compartir su felicidad con la gente
que ha ido conociendo. Haciendo sonreír al que está triste, abrazando
al que tiene miedo y dando amor al que tiene el corazón roto, t
al como le pidió el Gran Árbol. El Gran Hermano a cambio, c
ada año envía un día de
felicidad para todos. Y así será mientras el hogol cumpla su parte del trato.
ANONIMO
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