Cae la noche, palpitan los cascos el corcel del Rey camina oblicuo, con la espada alta de los sueños guardada en el cinto del tiempo.
Amado , cabalga de prisa, me caigo, alucino tu ojo enorme azulado y se alumbra el cielo, casi muero.
Los prados se agitan furiosos, Mecen las olas los mares el cielo oscurece. En tu infierno incandescente amor, se desbastan los jardines, el viento destroza cristales y se desnudan bestias. Me apresuran sacudida por el látigo y tus manos.
Destroza muros, abre paredes, explótalas vampiro loco, lame sangre que la flecha negra anuncie la llegada colosal mientras la loba aúlla en la colina.
Ven a mirómpeme las lunas Mi Rey en esta espesura esgrime el sable. Entre laberintos y escaleras descubre el umbral desnudo, Mis vellos sobre el círculo del rito Consúmeme la primavera, con lágrimas de mis senos
Fúndete en arroyos de sangre con los cantos cerrados de amor, hiere mis venas. Corta las alas del corazón con frases apócrifas ¡Conjúrame! Martiriza esta flor que enrojece y absorbe la linfa del pozo en que te escondes.
Gime sobre la piedra de los escalofríos, que nuestras carnes se quemen en la pira. Con la mirada lasciva de tus bajos instintos ora el rezo de San Cipriano.
Cicatrices profundas, arden las grietas. Lame desesperado todas las cuevas pequeñas, grandes, medianas, todas. Que los oídos no queden inmunes, Híncalos con el rumor de tus dientes, ¡Sáciame! El incisivo ¡Clavádmelo! en el vientre.
Que la rosa pula garras sobre la piedra, siembra la piel que se agita, cíñete entero en esta eternidad de sangre sigue el rictus incisivo, y humilde ¡Ríndete! Lamiendo brasas
Gime sobre la piedra de los escalofríos, que nuestras carnes se quemen en la pira. Con la mirada lasciva de tus bajos instintos ora el rezo de San Cipriano.