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Soledad pensativa.
sobre piedra y rosal, muerte y desvelo donde libre y cautiva, fija en su blanco vuelo, canta la luz herida por el hielo.
Soledad con el estilo de silencio sin fin y arquitectura, donde la planta en vilo del ave en la espesura no consigue clavar tu carne oscura.
En ti dejo olvidada la frenética lluvia de mis venas, mi cintura cuajada: y rompiendo cadenas, rosa débil seré por las arenas.
Rosa de mi desnudo sobre paños de cal y sordo fuego, cuando roto ya el nudo, limpio de luna, y ciego, cruce tus finas ondas de sosiego.
En la curva del río el doble cisne su blancura canta. Húmeda voz sin frío fluye de su garganta, y por los juncos rueda y se levanta.
Con su rosa de harina niño desnudo mide la ribera, mientras el bosque afina su música primera en rumor de cristales y madera.
Coros de siemprevivas giran locos pidiendo eternidades. Sus señas expresivas hieren las dos mitades del mapa que rezuma soledades.
El arpa y su lamento prendido en nervios de metal dorado, tanto dulce instrumento resonante o delgado, buscan ¡oh soledad! tu reino helado.
Mientras tú, inaccesible para la verde lepra del sonido, no hay altura posible ni labio conocido por donde llegue a ti nuestro gemido.
Federico Garcià Lorca.
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