El sexo
I ¡Pendiente de ese tronco el fruto consta en vida. Su materia consiente una verdad durable. En la sombra él madura, si por siglos, finito, y no cae sino cuando el árbol rueda en tierra. Fruto de carne o masa de vida congruente, pálido en su corteza, nudosa nuez compacta. La sangre rueda y pasa, y ardiente sigue y vase, mientras el viento pone la vida en llamas y arde doble tiniebla absorta. Eje del sol que un rayo descargará sin duelo y estallará en la liza dentro en la sombra exacta. Oh, conjunción del fuego con su materia idónea. Fuego del sol, o fruto que al estallar se siembra.
II Entre las piernas suaves pasa un río, lecho insinuado para el agua viva; entre la fresca sombra o un humo quedo que en el terso crepúsculo está inmóvil. Entre los muslos, sólo el tiempo quieto, el tiempo que no pasa, eternamente, inmortal, sin nacer, entre las sombras. Entre las piernas bellas sólo un río en el fondo se siente cruzar único. Agua oscura sin tiempo que no nace y que sobre la tierra desemboca.
Oh, hermosa conjunción de sangre y flor, botón secreto que en la luz perfuma el nacimiento de la luz creciendo de entre los muslos de la bella echada. Ruda moneda o sol que exhala el día naciendo de ese cuerpo dolorido, presto al amor cuando el cenit empuje al adversario que agresivo avanza. Misterio entonces del ocaso ardiente cuando como en caricia el rayo ingrese en la sima voraz y se haga noche : noche perfecta de los dos amantes.
Vicente Alexandre
10.06.10
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