No es tu esfuerzo lo que te hace ser hombre. No son tus propósitos ni tus conocimientos ni tu actividad. Tampoco tu aspecto físico, tu fuerza, tus músculos, tus palabras duras o tus gestos agresivos. Eres hombre en la medida que creces junto a los otros, que trabajas con otros, sirves a otros y te comprometes con los otros. Eres hombre cuando eres dueño de ti mismo y sabes a quien puedes entregar la vida. Eres hombre en la medida de tu lucha para que otros hombres puedan serlo, para que vivan y trabajen dignamente, para que se les reconozca y respete en sus derechos, para que oren, amen y crezcan como hombres libres. Nunca serás feliz sin los demás. No podrás vivir plenamente si al pronunciar el "yo" no hay un "tú" que lo recibe o un "nosotros" que lo celebra.