El Amor
Esparcido el cabello por la espalda que fue del sol desprecio y maravilla, Silvia cogía por la verde orilla del mar de Cádiz conchas en su falda.
El agua, entre el hinojo de esmeralda, para que entrase más el curso humilla; tejió de mimbre una alta canastilla y púsola en su frente por guirnalda.
Mas cuando ya desamparó la playa, «Mal haya, dijo, el agua, que, tan poca con su sal me abrasó pies y vestidos».
Yo estaba cerca y respondí: «Mal haya la sal que tiene tu graciosa boca, que así tiene abrasados mis sentidos
Féliz Lope de Vega
20.08.10
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